El pasado 17 de julio, la organización Boy Scouts of America emitió un comunicado en donde manifiesta que no podrá cambiará su política de no aceptar a personas que sean homosexuales o que parezcan. Y no sólo eso: también expulsaría de sus filas a quienes lo fueran, sin importar si eran scouts o dirigentes ni su trayectoria.
En su sitio web, los BSA mantienen que:
“Los BSA no preguntan de forma proactiva sobre la orientación sexual de sus empleados, voluntarios o miembros, no aceptamos como miembro a las personas que son declaradamente homosexuales o que se involucran en un comportamiento que podría ser una distracción para la misión de los BSA.”
La reacción no se hizo esperar, pero quizá la reacción más valiosa es la de los Eagle Boy Scouts, quienes están regresando sus medallas por la medida tomara. Un fragmento de una carta enviada a los BSA ilustra mucho más este punto:
Para Bob Mazzuca, Jefe Scout Ejecutivo y la Junta Ejecutiva Nacional de BSA,
Como boy scout se me enseñó que la ética es importante y que cuando algo no es ético uno debe levantarse y decir algo. Me enseñaron que es un error excluir a las personas, ya sea por motivos de raza, capacidad física u orientación sexual. Me enseñaron que un Boy Scout está con los perseguidos, no con el perseguidor.
Excluir a los scouts y líderes abiertamente homosexuales ya no es una posición neutral como tampoco lo fue separar pero mantener iguales dentro de una de neutralidad racial. Los scouts y líderes homosexuales tienen el derecho y la obligación de ser fieles a sí mismos. La homosexualidad no es una desviación moral, la intolerancia sí lo es.
Hoy devuelvo mi medalla Eagle Scout porque no quiero estar asociado con la intolerancia que existe ahora. Espero que un día los BSA se levanten por todos los niños. Me entristece que, hasta que llegue ese día, ninguno de mis hijos participará en los Boy Scouts.
Ser moralmente recto implica defender la igualdad de derechos y la inclusión, no la intolerancia.
Decepcionado,
Christopher Baker, AIA, PE, MBA
Ex líder de Patrulla Principal de la Tropa 261
Para quienes no están familiarizados con la medalla Eagle Scout de los Boy Scouts, se trata del rango más alto que se puede alcanzar dentro de los BSA, un reconocimiento que se recibe tras haber ganado 21 medallas al mérito y dirigir un proyecto de servicio a la comunidad que organizan y controlan ellos mismos de principio a fin. Considerando el tiempo que es necesario para alcanzar la Eagle Scout, estamos hablando de un grupo verdaderamente élite, aunque desde 1911 se hayan entregado a más de dos millones de personas.
Lo que significa en Estados Unidos conseguir esta medalla es importante una vez que se gradúan de la enseñanza media: quienes se alisten en el ejército con esta medalla inician con un rango más alto que sus compañeros y los adultos tienen más oportunidades de trabajo. Para muchos es una posición que dura toda la vida. En pocas palabras, es el resultado de obtener esta medalla obtenida a los 17 años.
Así que cuando los BSA reciben las medallas Eagle Scouts de varios de sus miembros, se trata de una fuerte protesta, tal como lo menciona la carta de Christopher Baker.
Aunque se ha querido demandar a los BSA por estas medidas (que no son nuevas), su verdadera defensa está en ser una organización privada: “Los BSA es una organización voluntaria y privada que establece las políticas que sean mejores para la organización. Los BSA damos la bienvenida a todos aquellos que compartan sus creencias pero no critica o condena a aquellos que desean seguir un camino diferente.”
Aplaudimos ese apego a una ética que defiende a todos los hombres por igual.
