La cuarta montaña más alta del mundo vio llegar a un Carlos Soria de 72 años a su cumbre. Pero también fue testigo de un rescate a gran altura. La polémica que se ha desatado después ha sido enorme.
Con 8,516 metros, el Lhotse es la cuarta montaña más alta del mundo y quizá el menos atractivo de los 14 ochomiles. La razón: está junto a la montaña más alta del mundo y muchos prefieren tocar la primera cima que la cuarta. Esa cima dejada de lado estuvo lleno de actividad este año.
Rob Hart (izquierda) y Michael Horst en el campamento base.
Foto: cortesía de alpineascents.com
A mediados de mayo, el guía estadounidense Michael Horst había subido al Everest y luego al Lhotse en menos de 21 horas. El 14 de mayo Horst encumbró a las 9:30 am en el Everest por el collado sur y al día siguiente estaba en la cumbre del Lhotse a las 5:50 de la mañana. Horst usó oxígeno y la ayuda de sherpas en su ascenso al Everest.
Apenas una semana después, llegaban a la cumbre nueve montañistas españoles, entre ellos Carlos Soria, quien a los 72 años ya tiene sigue hollando las cumbres de los ochomiles. Carlos subió al Lhotse con oxígeno “tenía pensado no usar oxígeno pero me insistieron mis amigos Muktu y Tasi regalándome una botella de oxígeno de la expedición nepalí de la que Tasi era uno de sus dirigentes, insistiendo en que a mis 72 años no debía de prescindir de tener la oportunidad de utilizarla”.
Carlos Soria en la cumbre del Lhotse.Detrás puede verse el Everest.
Foto: colección Carlos Soria.Click para agrandar.
Carlos Soria se enteró en el Campo 2 de que había todo un operativo de rescate para rescatar a sus compañeros del Lhotse. Del equipo español se sabía que uno no había llegado al C4. ¿Qué había pasado? Nadie lo sabía y hasta el momento, como siempre sucede en un rescate, nadie lo sabe con certeza: hay tantas versiones y todas son válidas porque pertenecen al pedazo de realidad que tuvieron quienes la emiten.
En pocas palabras, se organizó un operativo de rescate que los bajó poco a poco. La ayuda de los líderes de varias expediciones hizo posible que se conjugaran esfuerzos para sacarlos de donde estuvieran hasta estar a salvo. Es decir: un rescate perfecto en donde muchos se pusieron manos a la obra y lograron que sus compañeros vivieran. Nada fuera de lo común… hasta aquí.
Oiarzábal es descendido al campamento base del Everest a hombros.
Foto: Darío Fernández / Desnivel
El problema es que de todas esas versiones que son legítimas personalmente, muchas chocarían entre sí. Los fragmentos no son la totalidad y creer que lo son es perder pie firme. Juanito Oiarzábal, el sexto hombre en terminar los 14 ochomiles y que ahora está empeñado en subir los 14 nuevamente para ser el primero en hacerlo dos veces, fue uno de los rescatados, aunque asegura que nadie le salvó la vida porque sólo le faltaban 30 minutos para llegar al campamento base cuando sufrió un colapso. Además ha levantado una polémica en la que él sostiene tener toda la razón.
Desde nuestro punto de vista, la razón no pertenece a una sola persona, es decir: a un fragmento de todo lo que pasó. En cualquier operación de rescate, todos los participantes (rescatados y rescatistas) tienen un fragmento de información. Mientras más gente participe y mientras más comunicación haya involucrada (radios, teléfonos satelitales, comunicaciones con personas externas), la situación se vuelve tan compleja que es imposible pensar en tener la verdad.
Pero si bien el problema puede existir entre los involucrados, cuando entran personas o medios ajenos completamente a la actuación y que además no pertenecen al mundo del montañismo, cualquier cosa puede pasar. El caso del video soltado en Youtube de un rescate en el Aconcagua es un ejemplo. El Lhotse esta primavera, es otro.
Las críticas hacia los hechos han sido realizadas por todos lados. Desde el mundo del montañismo, Willy Benegas, uno de los involucrados en el rescate, opinó:
“Como escaladores, tomamos riesgos, pero cada uno tienen la responsabilidad de cuidarse de sí mismo y no poner en peligro a otros. En este caso, las decisiones de este grupo, llamado de profesionales, puso en altísimo peligro a cientos de personas. La responsabilidad última de todo montañero es no poner en peligro a otros.”
Desde el mundo que no participó en los hechos, hay cientos de comentarios posteados en las diferentes publicaciones de Internet. Uno de ellos hace mención a la ética:
“Me hace gracia, ni dios quiere pegarle una esnifada al oxigeno, porque claro ya no es ética la ascensión, pero que te bajen otros a rastras o te evacuen desde el campo 2 o desde el campo 3, si no recuerdo mal a Edurne y Juanito en el Annapurna, eso sí, eso es de una ética de cojones y encima se apuntan como ascendido el monte, ahora bien la coreana se queda a 100 metros de cumbre y baja por sus medios, pero a ella no se le contabiliza como ascendido. A qué coño estamos jugando? No seáis tramposos.”
Pero en medio de ese griterío, una voz me llama la atención por su certeza y es de Edurne Pasabán: “Estamos dando una imagen bastante mala, muy mala, no solamente en nuestro país sino que fuera de nuestro país… que esto está haciendo mucho daño al alpinismo español y que no somos así”.