Hace unos días, el British Mountaineering Council (BMC) anunció que, aunque es una organización predominantemente de escaladores, una investigación realizada el 2010 reflejó que el 62% de sus miembros realizaban caminatas como su actividad principal. Su principal preocupación era que debía dar cabida a la inquietud de sus miembros y lanzó una pregunta para sondear el terreno que establecerá una política de cambio: “¿Qué crees que debemos hacer para todos los excursionistas que no se haya hecho?”
El BMC está tratando de hacer un cambio estructural en base a las necesidades de sus miembros para acogerlos a todos. La pregunta que surge es: ¿las federaciones de cada país se preocupan por esas personas que son (o deberían ser) sus miembros?
A pìe se puede llegar a prácticamente todos lados.
Fotos: Carlos Rangel.
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El montañismo es un deporte sui generis, sin competencias, ni reglamentos escritos, ni terreno de juego estable. Esas y otras más fueron las razones por las que el montañismo jamás fue considerado a participar como juego olímpico o por las que jamás se otorgaron medallas mundialmente reconocidas a quienes las recibieron. Esas medallas hablan de honor o calidad deportiva o un logro específico. Pero no tiene comparación a una medalla de tipo campeonato nacional, panamericano, mundial u olímpico.
La aparición de la escalada deportiva (con reglas, terreno de juego establecido y un calendario de competencias que se realiza año tras año) fue un giro para el montañismo porque las competencias reciben apoyo económico, mientras que los cientos de miles de eventos aislados que no son de esta actividad, quedan sin apoyo. Era claro que las federaciones se inclinarían tarde o temprano a impulsar este tipo de escalada para poder participar de un presupuesto olímpico y para promover la imagen de su deporte.
Y vaya que lo hicieron. Las competencias son duras y los competidores van ahora a varios países para foguearse y tener el nivel necesario para participar en campeonatos de más arriba y tener buen papel.
Mientras tanto, los miles o decenas de miles de montañistas de América Latina que no participan en estas competencias, tienen poco o nulo apoyo en su respectivo país y en ocasiones se da el caso que la federación interpone obstáculos. No es que la escalada de competencia esté mal. Tiene lo suyo y de alguna manera el montañismo está siendo un poco más conocido gracias a ella, pero sería un error pensar que el montañismo es exclusivamente la escalada deportiva.
Durante años, el montañismo latinoamericano vivió una etapa de “oscuridad” en la que cada grupo o persona hacía una expedición y nadie más sabíamos de ellos. Cuando apareció Internet, eso comenzó a remediarse pero ahora, con tantas noticias como hay de escalada deportiva, el resto sigue a la sombra… como antes.
No es que las federaciones deban preocuparse por otorgar un presupuesto a estos grupos. Nadie ha dicho nada de eso. Creo que cada federación debe ser consciente de que la mayoría de sus agremiados no son o no realizan su actividad principal como escaladores deportivos y en base a ello que trabajen en conjunto con sus agremiados para solucionar los problemas que tienen: acceso, seguridad, técnica, difusión, eventos, publicaciones, trabajo comunitario en pos de algo como senderos bien marcados que otorguen seguridad y promuevan el no dejar rastro.
Como éstas, hay muchas más ideas, pero sólo pueden ser vertidas por aquellos que están implicados en la actividad, tal como lo reconoce el BMC en su comunicado. Un sondeo de este tipo no debilitaría a la escalada deportiva sino que fortalecería al montañismo en general y aumentaría eso que llamamos cultura de montaña pero que parece ser elusiva a la gran mayoría. La gente está a la espera de ser tomada en cuenta.
Este año visité Yosemite y además de la belleza del lugar, me llamó poderosamente la atención el enorme aparato de propaganda que tienen instaurado basado en una premisa: conserva el lugar tal como está o mejor. Los eslóganes “Yosemite tiene 80 millas de caminos establecidos, no hagas una más” o “Yosemite e la tierra del oso, respétalo”, parecerían pura mercadotecnia. Y lo son, pero su objetivo se nota de una sola mirada: Yosemite.
Si comienzo a soñar, vería a los caminantes de cada país siguiendo senderos establecidos, con la técnica apropiada, con trabajos comunales para arreglar los caminos y que estén mejor, con letreros y acciones que no provoquen más caminos, con una idea fija de lo que quieren y cómo lograrlo, con el respaldo de su federación y de otras organizaciones… en lugar de trabajar como ahora: aislados y sin apoyos.
Sería un excelente cambio, ¿no es cierto?