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Montañismo y Exploración
Cuando el dolor no termina: Laura y Yuri en el Shisha Pangma
18 mayo 2011

Yuri Contreras y Laura González alcanzaron la cumbre central del Shisha Pangma, en el Tíbet, el 11 de mayo a las 13:00 horas. Pero lo que bien iba a ser un ochomil más para ellos, se convirtió en una prueba muy dura.







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La pareja que hacen Yuri Contreras y Laura González se ha dedicado a ir tras los ochomiles del Himalaya. Así ya han logrado el Manaslu (2008), el Everest por la cara sur (2009) y por la cara norte (2010). Este año se dirigieron al Shisha Pangma, el menor de los ochomiles y del que Edurne Pasaban comentara que no había que menospreciar: a ella misma la rechazó varias veces. La pareja llegó a la cumbre central el 11 de mayo a las 13:00 horas acompañados del sherpa Ten-Zing.

¿Una cumbre más de la pareja? Eso iba a hacer, pero Laura tuvo un problema y renunció en un momento, pero a las preguntas de Yuri, Laura respondió subiendo. El relato de lo que le pasó a ella lo posteó en su página. Claro, habrá personas que le digan que fue demasiado terca y se expuso mucho. ¿Algún montañista que haya peleado realmente por lo que quería, no lo ha hecho antes?

Yuri Contreras (de pie) y Laura González (sentada y agotada) en la cumbre del Shisha Pangma el 11 de mayo de 2011.
Foto cortesía de Yuri Contreras
Click para agrandar.

Relato de Laura

La oscuridad y el silencio dentro de la tienda de campaña sólo se interrumpían esporádicamente por la tos de alguno de los tres que estábamos dentro de ella: Susanne, Yuri y yo. En ocasiones alguno tenía que encender su luz para tomar un poco de agua. Durante toda la tarde en este último campamento estuvimos hidratándonos, comiendo un poco, preparando nuestro equipo y tratando de descansar.

Por fin llegó el gran día, todo está preparado, nuestro cuerpo y mente están listos. Ya no hay otra oportunidad, ni marcha atrás. Llegó nuestro momento de ir hacia la cumbre. La hora fijada para la salida era la medianoche. La noche estaba tranquila: media luna en el cielo totalmente despejado y todas las estrellas posibles. El frío, menos 20 grados centígrados.

Todo perfecto, como lo habíamos planeado; comenzamos a subir y habían pasado apenas unos 10 minutos cuando comencé a sentir que me bajaba la presión. Esto no es raro, me ha pasado igual en la mayoría de las montañas. Conozco perfectamente los síntomas y sé también que sólo son algunos minutos, diez o quince cuando mucho. Así que hice lo de siempre, respirar profundo y no hacer mucho caso de lo que sentía. En ese momento, una de las integrantes de la expedición, se dio la vuelta y me dijo:

—Yo no puedo con esto, es demasiado para mí, me regreso a mi sleeping bag a llorar.

Yo seguí tras Yuri; me costaba trabajo llevar su ritmo aunque todavía iba lento. Apenas comenzábamos, el malestar se fue convirtiendo en dolor y pronto me di cuenta que no me componía, al contrario, cada paso me sentía peor.

Yuri volteó y vio que empezaba a pararme y me pregunto qué me pasaba. Yo le dije: es lo de siempre, se me va a pasar…pero me equivoque. Como en otras ocasiones, su primera reacción fue de desesperación, apenas comenzaba todo y yo ya estaba mal. El no se explicaba, ni yo tampoco, que era lo que estaba pasando. Seguimos caminando hasta el final del grupo, pero ni ese paso podía ya mantener. En ese momento Yuri nuevamente se detuvo y me dijo muy claro:

Yuri y Laura en el Mansalu (2008).

—Laura, no sé qué es lo que te pasa, si no puedes con esto, dímelo ahora y nos regresamos, más arriba va a ser un problema.

Le dije que sí podía y que siguiéramos.

Es tan difícil plasmar con letras el dolor y la desesperación. Eso es lo que recuerdo de aquel momento, eso es lo que estaba viviendo y no entendía el porqué. Con cada paso que daba, me sentía peor. Simplemente no tenía fuerza, la cabeza me estallaba, quería vomitar, por momentos veía negro y me sentía a punto de desmayar. Por primera vez en mi vida, sentí que no iba a poder, que quizás tenía que dar marcha atrás. El cuerpo me pedía a gritos regresar y en mi mente reinaba la desesperación porque no quería volver.

Nuevamente tuve que parar y con todo el dolor en mi corazón le dije a Yuri que quizás era mejor que él se llevara los banderines y yo regresara. Creo que nunca espero Yuri escuchar esas palabras, tampoco yo pensé pronunciarlas, pero simplemente ya no podía dar un paso más.

Habíamos hablado tantas veces sobre esto: o escalábamos los dos o nos regresábamos los dos; ese era nuestro pacto, pero se me hacía tan injusto ver a Yuri tan fuerte y después de tanto tiempo de prepararnos para esto, tener que renunciar.

—Vamos los dos, o nos regresamos— dijo.

Sacando fuerza de mi corazón, porque en ningún otro lugar la tenia, le dije que siguiéramos.

No describo paso a paso lo que fue toda la ascensión. No me acuerdo. Fue como una larga pesadilla, con mucho dolor, con desesperación y con un sentimiento de impotencia.

Ese día, el día de ir hacia la cumbre, ha sido el peor en mi vida; física y mentalmente. Nunca había experimentado tanto dolor, nunca me había sentido tan miserable, tan vulnerable ante lo que la altura puede arrancar de tu cuerpo. Fueron pasando las horas y llegó el amanecer, ése que tanto me gusta ver y disfrutar; pero parecía que ese día no había amanecer para mí. Sólo dolor y agotamiento inundaban mi cuerpo y mi razón. Por momentos, creí que me quedaba dormida, tanto así, que al ir caminando sentí algo muy caliente que corría por mis piernas, cuando me di cuenta, ya era muy tarde, me había orinado. No dije nada, me sentía apenada, me sentía otra vez miserable.

Durante las horas que estuvimos escalando, Yuri siempre estuvo al pendiente de mí, parábamos para tomar agua, me ayudaba si necesitaba sacar algo de mi mochila, me preguntaba si podía seguir, si quería seguir, si prefería regresar. En el trayecto, sólo dejamos a uno de los miembros de la expedición, el más joven, quien decidió regresar.

Me concentraba en dar un paso más y otro y otro. A las 11:00 de la mañana llegamos a un punto desde donde podíamos ver lo que considerábamos la parte final, aunque no podíamos ver la cumbre, ni sabíamos cuanto tiempo faltaba. Había muchas rocas. El grupo seguía avanzando sobre esa parte. Yuri dijo que descansáramos, me tomara un Power-gel, algo de comida y agua.

La pareja en la cumbre del Everest (2009).

Un sherpa que también descansaba ahí (Ten-Zing) nos comentó que tal vez faltaban unas tres horas. Yo no podría aguantar tanto pero no dijimos nada. Yuri le pidió que preguntara por radio a los sherpas que iban más adelante, cuanto faltaba y si aún era tiempo de que subiéramos. Contestaron que una hora. Saqué los banderines de la mochila, se los di a Yuri y la foto de mis hijos la metí en mi pecho protegida por el traje de pluma. Dejé la mochila. Yuri creyó que yo abandonaría pero lo que yo pensaba era que habían sido demasiadas horas sufriendo, para no aguantar una hora más.

Yuri se adelantaba para después esperarme. En la parte final nos cruzamos con todos los demás, que ya venían bajando de la cumbre. Pude ver la parte final hacia la cumbre. Yuri me esperó en la arista final. Las fotos lo dicen todo: no llegué como en otras ocasiones, levantando los brazos en señal de victoria. Simplemente me senté al lado de Yuri y contemplé por un momento el lugar que tanto me costó alcanzar. El sherpa Ten-Zing había subido finalmente con nosotros y nos tomó las fotografías con los banderines de Berrendo y de Guanajuato y otra con la foto de mis hijos.

Trece horas después de haber iniciado la ascensión, estábamos en la cumbre de otro ochomil. Dejé parte de mí en esta montaña, no sé qué tanto y sin embargo valió la pena. Lo haría una y mil veces más, a pesar de lo incomprensible y absurdo que parezca. Mas allá de todo lo que puede una montaña dar o quitar, para mí ésta fue una prueba de coraje y de valor, pero sobre todo de amor. Amor por lo que hago, amor por conseguir un sueño, amor por mis hijos a quienes siempre quiero volver a ver, amor por Yuri que me impulsa a continuar, amor por alcanzar la cumbre de una montaña más.

Ver Shisha Pangma en un mapa más grande



 



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