Lo que os voy a contar es unas de las actividades más representativas de mis 14 años deambulando por la vertical y no sólo por su compromiso y dificultad técnica, sino por lo especial que llegaría a ser para mí una de las aventuras que siempre llevaré en mi corazón.
Aclimatación
La aclimatación es propia de estos lares; comenzamos en la escuela de Hatun Machai, lugar mágico, donde algunos van simplemente de retiro y otros con una idea más deportiva y con el fin de aclimatar escalando pero conviven todos juntos en el cómodo refugio. Un par de días nos bastó para sentirnos bien escalando rutas a más de cuatro mil metros, excepto Borja quien pasó toda la noche con el estómago en muy mal estado, por lo que al día siguiente sólo descansó.
Aproximacion con los porteadores al campo base.
Fotos cortesía de David Bautista.
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Lo siguiente fue subir el nevado Vallunarraju (5,700 metros). Ahí nos calzamos nuestras pesadas botas de alpinismo, crampones, piolet y demás artillería para progresar por estos relieves de nieve y hielo" tardamos sólo 5:30 horas en llegar a la cima. Días antes nos habían comentado que el récord de ascensión estaba alrededor de las cinco horas por una atleta bien aclimatada, y para unos matados como nosotros, que tan sólo andamos cuando sabemos seguro que llegaremos a una gran pared, era para estar contentos.
Por último nos dirigimos al Valle de Ishinca, donde escalamos la excelente vía de fisura, totalmente desequipada, conocida como la "Astroman Peruana": "El karma de los Cóndores" 350 metros a más de 4,200 con una dificultad máxima de 7b y el resto de los largos muy mantenido. Encadené todos los largos duros de primero, excepto el sexto, donde me caí a tan sólo dos metros de la reunión. Di todo de mí para subir en libre y me sofoqué demasiado, con una aceleración considerable en las pulsaciones. Tengo que aprender a dosificar mis energías.
Tras esta escalada ya estábamos Alex Bonilla y yo preparados para afrontar una escalada de envergadura en la Esfinge.
Alex y David en la cima del Vallunarraju.
Rumbo a la Esfinge
El 17 de Junio nos juntamos en Casa Zarela con Dani Crespo, El Pequeño, que venía de la Cordillera Huayhuash con sus motivados compañeros del equipo español de alpinismo. Venían de hacer una buena actividad, con dos aperturas al Yerupajá y un buen pegue casi hasta la cumbre del famoso Siula Grande.
El día 18 partimos hacia Caraz, para coger una combi que nos llevara hasta la preciosa Laguna Parón, punto de partida al campamento base de la Esfinge. La furgoneta se averió y nos quedamos tirados en la pequeña aldea de Parón. Tuvimos la mala suerte" ¿o no? Pasamos la noche en un cobertizo de una amable lugareña. Me di cuenta de que aquí las planificaciones son variables y la gente lleva un ritmo distinto al nuestro, ¡con la calma!
Daniel Crespo y David Bautista frente a la Esfinge.
Al convivir esa noche con una familia de labradores, descubrí la gran pobreza en la que vivían en contraste con su sorprendente alegría, casi constante. Me encantó" nos reímos mucho todos junto. Los contratiempos y demás imprevistos son parte de la aventura enfatizándola aún más.
Al día siguiente llegamos por fin al campo base, acompañados por tres porteadores. Lo montamos y sin más demora, ese mismo día, le ganamos unos metros a esa impresionante mole de granito.
En la pared.
A pesar de estar nevando y hacer mucho frío fijamos las cuerdas hasta el tercer largo, sección clave que resolvió mi Pequeño, con ese ímpetu que le caracteriza. Sin dudarlo, a ritmo de golpe de maza, Dani se abrió paso por el A3. Al anochecer, con el frío en nuestros cuerpos y la pared tapizada de blanco, decidimos bajar al abrigo de nuestros sacos y al calor del hornillo.
La vía que teníamos en nuestras mentes esa fría noche era "Papas Rellenas", creación de Cedric Cruaud, Girec Devernay, Benoit Peyrnnard y Pierre Plaze, todos ellos del Equipo de Jóvenes Alpinistas de Saboya, en Junio de 1999. No había sido repetida y la poca información que encontramos estaba en la revista Desnivel 171, donde se dan unos grados de 6c+/A3 con el apelativo de "vía expuesta" y, muy importante, leímos que de los pocos spitz sólo han dejado los casquillos, sin chapa ni tornillo. Nos parece muy extraño. Es Kepa Escribano quien complementó esta somera información: junto con Arkaiz Yurrita realizó uno de los primeros intentos de repetición, pero fue frustrado por el mal tiempo. (¡Gracias por la información Kepa!)
David saliendo de la sección clave de la vía (7b o A3), en libre.
Han pasado ya más de 10 años y es necesario ya desvelar los misterios de esa atractiva línea, lanzada al cielo hasta la cumbre por todo el centro de la pared este.
Segundo día de escalada. Gran nevada
Al día siguiente, tras la gran nevada, la pared se encontraba húmeda y las cuerdas fijas estaban como alambres, así que decidimos descansar esa mañana para que más tarde, cuando el sol secara todo, fijar un largo más y poder liberar el A3, mi inquietud principal. Sobre las 11 de la mañana, nos aproximamos Alex y yo a la pared y remontamos por las cuerdas fijas, hasta antes del A3, donde Alex sigue jumareando y yo me preparé para subir en libre. El largo promete. El largo tenía una gran exposición. Me encordé y con la seguridad de esa cuerda por arriba, encadené los movimientos hasta la reunión. Llegué exhausto pero muy satisfecho de no usar las cuerdas fijas.
Alex escalando en el 7° largo.
En el siguiente largo, decidimos abrir una variante más atractiva que sigue una fisura en media luna, ubicada a la derecha del largo original. Fue Alex quien afrontó esta variante y el resultado fue 6b+ con un péndulo al final (de un clavo) para incorporarse a la vía original. Desde aquí fijamos cuerda hasta la base del A3; no nos alcanzó para más.
Rapelamos los dos largos que quedaban hasta el suelo con las cuerdas dobles, limpiamos los largos de material y de vuelta al campamento base fuimos envueltos por una pequeña nevada que tuvo el efecto de meter en nuestras mentes cierta inquietud e inseguridad: al día siguiente deberíamos hacer el ataque final si todo salía bien. Tan sólo teníamos ese día para triunfar, si no lo lográbamos nos tendríamos que bajar; yo debía coger en dos días el vuelo de vuelta a España. A la vuelta al campo base, Dani nos sorprendió con una rica y reconfortante cena y luego, un descanso merecido.
Dani en el 8º largo.
Ã?ltimo día: ataque final a la cumbre
Al día siguiente, 21 de junio, estábamos en pie a las 4:00 de la mañana, al ritmo de la música del mp3 del Pequeño ¡Me encanta!, al fin y al cabo son costumbres que nunca han cambiado. Nos preparamos y aproximamos con los altavoces en la mochila de Alex y nosotros detrás de él para seguir escuchando esa motivante música hasta la base de la pared. Nos costó dar al pause, fue volver al silencio de nuestra realidad e incertidumbres.
Con los primeros rayos de sol estábamos escalando los primeros metros de la pared, desencordados. Para comenzar Alex, y después yo a jumarear. El Pequeño subiría más tarde y se encargaría de recoger todo el material de los fraccionamientos, meterlo en el petate con la cuerda estática y el material que no usáramos" para tirarlo al vacío con la atención suficiente para fijarse donde caía y después recuperarlo.
En la cima de La Esfinge.
Alex y yo avanzábamos para agilizar la escalada. Nos esperaba un largo y duro día, era importante establecer ciertas estrategias prácticas para una progresión más rápida. Pronto Dani se reunió con nosotros y entonces fuimos alternándonos en los largos más técnicos de la vía. Escalamos lo más rápido que nuestros cuerpos nos dejaron. Casi desde el principio del día las nubes nos habían acompañado y la temperatura bajó, pero no consiguió ni un ápice de cobardía.
El décimo y último largo fue el más complejo y lento: 40 metros de artificial, que tuvo que fraccionar Dani por falta de material. Según la reseña que llevábamos, ya habríamos acabado con las dificultades así que decidimos salir en ensamble. Pero mi sorpresa fue grande cuando me vi frente a una fisura donde apretaba más de lo que esperaba y me costaba ver la protección. Monté reunión y aseguré a mis compañeros, que estaban más cansados. Me di cuenta de lo poco realistas que son muchos de los datos que teníamos de la vía: fueron más largos de la cuenta, grados de 6c+ que no había forma de cogerlos"
David rapelando con la nevada.
Ya sólo nos distaban de la cumbre unos 170 metros y teníamos muchas posibilidades para llegar. Era importante elegir la vía más fácil: la nieve volvía a sorprendernos y nos encontramos con zonas de nieve acumulada en la pared. El Pequeño tiene los pies al borde de una congelación, lleva unos gatos muy apretados y los tiene que introducir en varias ocasiones en la nieve, pero también las manos.
Alex lidera los largos de "mixto" con las manos desnudas. ¡Qué duro! Por la mente se nos pasó a todos que no podríamos dormir en esas condiciones en la pared, teníamos que buscar de nuestro interior esas fuerzas y motivación que llevamos guardadas. Con un gran poder de discernimiento a la hora de elegir el mejor camino, Alex nos conduce, escalando en ensamble los tres, a la deseada cumbre. ¡Gracias Alex!
Dani Crespo, David Bautista y Alex Bonilla en el campamento base de la Esfinge.
Lo más sorprendente de todo: despejó el cielo ("isma safia") y nos dio en nuestros sonrientes rostros los últimos rayos de sol. Abrazos muy sentidos, pequeña reflexión" y sin más demora rapelamos en la oscuridad de la noche.
Si todo esto os lo tuviera que contar Dani, bueno, a lo mejor ni os lo contaba. No le daría importancia. Pero así fue con todo lo que él vivía en la montaña, que fueron experiencias y vivencias excepcionales, que para él fueron cotidianas pero no insignificantes. Las compartía sólo cuando veía el momento propicio y a mí esos momentos me encantaban. Dejaba todo lo que estuviera haciendo y le prestaba atención al 200%. Eran momentos únicos en los que aprendía mucho, con esa tranquilidad con la que trasmitía todo. Al principio tenía la sensación de tener que ir tirándole de las palabras pero más tarde me di cuenta que era cuestión mía: debía tener más paciencia y tiempo para dedicarle. Gracias Pequeño por todo lo que me has trasmitido y por cada uno de los momentos compartidos juntos en nuestras montañas.
Papas Rellenas 6c-(7b o A3), la Esfinge.
Gracias Alex y Dani por vivir juntos este gran viaje de despedida, lleno de aventuras y experiencias. Al fin y al cabo, un buen amigo siempre me decía que la vida era un cúmulo de experiencias y sensaciones, en las que encontrar la felicidad. Dani y Alex lo tenían muy latente.
Compañeros os llevaré siempre en mi corazón
Dani Crespo y Alejandro Bonilla murieron en julio del 2010, poco después de esta ascensión, en el Chacrarraju, donde intentaban abrir una nueva vía. Ambos se habían quedado para seguir escalando en la Cordillera Blanca.
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