Yamemakura Baku y Jiro Taniguchi. La cumbre de los dioses. Volumen 4. Ponent Mon, Madrid. 2008. 310 páginas. ISBN: 978-84-92444-00-7

Este es el cuarto y penúltimo libro de La cumbre de los dioses, obra escrita por Yamemakura Baku y llevada al comic por Jiro Taniguchi. Hasta ahora, la historia nos ha revelado a un montañista y fotógrafo japonés que por accidente descubrió una cámara que era del mismo modelo que la que usaron Mallory e Irvine en su intento al Everest de 1924 y del cual no regresaron. A través de ella, el fotógrafo Fukamachi descubrió a un personaje del montañismo japonés que había desaparecido años atrás de su país: Joji Habu.

Después de interrogar a varios de los personajes que estuvieron muy cerca de Joji Habu, se entera pormenorizadamente de su vida y llega a pensar que realizará un intento a la cara suroeste del Everest en invierno y solitario. Pero nadie lo sabe y el haber encontrado a Habu en Nepal le da mayor certeza de su hipótesis hasta que el mismo Joji Habu le confirma que lo intentará.

En este volumen, el lector encuentra otro giro de la historia: los personajes se alejan de las ciudades y se dirigen al campamento base del Everest, uno para intentar la ascensión y el segundo para seguirlo y fotografiarlo hasta donde pueda.

El libro transcurre en una calma insidiosa, pero llena de expectativas: los dos esperan el día en que se realizará el intento. Joji Habu permite a Fukamachi seguirlo y fotografiarlo e incluso hacer una historia de su ascenso, pero

“A cambio, una vez que abandonemos el campo base, no nos intercambiaremos una sola palabra. Aún cuando tú estés a punto de morir, o que yo quede suspendido de la cuerda en una pared de hielo, ninguno de los dos se entrometerá en la situación del otro. Si me puedes dar tu palabra de que así harás, no me importa que me sigas adonde te apetezca.” (p. 80-81)

Durante la espera, Fukamachi y Habu hablan de la cámara de Mallory y la posibilidad de que hayan llegado a la cumbre. Habu, un hombre recio en carácter comenta:

“No tengo ningún interés en saber si el que no pudo volver remató la faena o no. Además, no es algo que se pueda llegar a saber pensando y dándole vueltas a las posibilidades. Si es posible imaginar cien hipótesis sobre el resultado feliz, se pueden inventar otras cien que digan lo contrario. Un montañero lo es porque escala montañas. No se escala para morir. Si mueres en el intento… eres basura.” (p. 64-65)

Tanto la espera como el ascenso se convierten en lo que son los ascensos: algo introspectivo, con recuerdos personales, con imágenes de otros lados, con problemas por resolver. Eso es lo agradable de este tomo: deja que los personajes hagan su ascenso por sí mismos, sin calificativos ni interpretaciones de parte del autor.

El plan de Joji Habu para escalar la cara suroeste del Everest parece llevarse a cabo con inusitada facilidad, pensando en que nadie antes lo había intentado en invierno y en solitario. La máxima presea del montañismo en la montaña más alta del mundo. ¿Qué podría cambiar el plan en el volumen cinco?

Fukamachi le pide a Habu que le describa la ruta por la que subirá y éste la comenta paso a paso hasta:

“…y ése es el lugar que está justo debajo de la cresta sur del Everest. Estaría a 8,760 metros, a un desnivel de 100 metros de la cumbre. Desde ahí subiré por la ruta normal.”

Entonces Fukamachi, que conoce bien la historia de un Joji Habu que se niega a seguir una vía normal, le hace una pregunta de la que arrepiente en cuanto la termina: “O sea… que al final, vas a coronar siguiendo la ruta normal…” (p. 307)

Sin duda, esto cambiará el sentido de la historia.

Selección de cuatro páginas del libro.Click para agrandar las imágenes.