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Montañismo y Exploración
Victoria en solitario
24 diciembre 2009

El Everest siempre fue ascendido con oxígeno embotellado, un recurso que, según Messner y Habeler, reducen el tamaño de las montañas. Ellos se propusieron realizar el primer ascenso sin ese truco y subir la montaña más alta del mundo "by fair means". Esta es la versión de Habeler.







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Peter Habeler. Victoria en solitario. Grijalbo (Aventura vivida, 7), Barcelona. 1981. 215 páginas. ISBN: 84-253-1294-9.

 

Quería hacer algo que nadie creía que fuese posible, algo que poseería yo solo, una victoria en solitario.

En 1921, cuando la primera expedición para alcanzar la cumbre de la montaña más alta del mundo, el Everest, se discutió mucho sobre la probabilidad de llegar a la cima con tanques de oxígeno o sin ellos. Pero no pasó de ahí: los intentos a la cumbre fueron hechos con tanques y desde entonces se creyó que los ochomiles sólo serían alcanzados de esta manera.

En 1950, Maurice Herzog y Louis Lachenal alcanzaron la cumbre del Annapurna, el primer ochomil alcanzado. Tres años después, en 1953, Hermann Buhl alcanzaba en solitario la cumbre del Nanga Parbat. Y en 1957, el mismo Buhl y otros tres compañeros llegaban a la cima del Broad Peak en un estilo ligero y sin oxígeno, lo que después se conocería como estilo alpino. Pero estos ascensos solo hicieron que el mundo del montañismo dijera que los ochomiles más altos eran imposibles de alcanzar de esa manera.

Este era el panorama que había con respecto al Everest en 1978, cuando una expedición austriaca se dirigió al Everest para subirla. Entre ellos iban dos hombres decididos a romper el mito. El primero era Reinhold Messner, conocido ya por sus escaladas en el Himalaya (Nanga Parbat por la pared del Rupal, donde muriera su hermano), Manaslu, Hidden Peak,  un intento a la cara sur del Dhaulagiri, y sus numerosas escaladas en los Alpes, pero sobre todo conocido por oponerse a escalar la montaña a toda costa, aunque eso implicara llenarla de clavos… o usar oxígeno artificial.

El segundo era Peter Habeler, el compañero de escalada de Messner que había escalado también el Hidden Peak, intentado la cara sur del Dhaulagiri y hecho escaladas en los Alpes (el ascenso a la norte del Eiger en 10 horas con Messner), América del sur y el Capitán.

Es Habeler quien toma la palabra para narrar el ascenso al Everest sin oxígeno. Su versión, que le costara ser expulsado del grupo cercano a Messner. Esta es la segunda ocasión que leo el libro y no encuentro nada degradante hacia Messner. Incluso encuentro más contradicciones hacia el mismo Habeler, quien se muestra sumamente débil, en comparación con los fuertes argumentos que siempre presenta Messner:

“En una cosa no transigimos e insistimos una y otra vez: “De ningún modo subiremos al Everest con oxígeno. Si nonos es posible sin mascarilla respiratoria, regresamos. Desistimos”. Ésta era nuestra filosofía, que mantendríamos siempre. Ante los otros y ante nosotros mismos.” (p. 140)

Cuando cita esto, parece haber olvidado por completo que unos días antes había escrito a su suegro las siguientes líneas después de su primer intento, del que bajó destrozado por una infección intestinal:

“Lo intentaré de nuevo con Messner, sin oxígeno, pero si fracasamos, la próxima vez llevaré dos botellas [de oxígeno].” (en una carta dirigida a su suegro, después del primer intento, p. 120)

Es el Peter Habeler que en un momento se siente tan atraído por el Everest que incluso piensa en subirlo con oxígeno y titubea frente a su meta al plantearle a otro miembro de la expedición que subirá con oxígeno. El mismo que está sumamente preocupado por su salud al llegar sin oxígeno a la cumbre, el 8 de mayo de 1978.

Pero aunque puede parecer reprochable, hay que recordar que Habeler y Messner estaban intentando algo nuevo y que prácticamente nadie creía en ellos:

“Sería una lucha solitaria. No sería sólo una lucha contra la inquietante montaña y sus inquietantes peligros, ni contra el agotamiento físico, el frío ártico, los huracanes, la nieve y la falta de aire, contra las traidoras enfermedades de altura, el miedo interior y la tremenda certeza de que allá arriba no había ninguna posibilidad de salvación si algo ocurriera, sino que era una lucha contra la pesada hipoteca, contra la asombrada incredulidad que nos mostraron amigos, enemigos y envidiosos. Si casi nadie cree que lo que uno se dispone a emprender sea humanamente posible, entonces hay que estar loco para arriesgarse a pesar de todo, o tiene uno que tener algo del espíritu de los grades conquistadores y descubridores: fe firme en sí mismo y en el éxito.” (p. 13)

Este es el testimonio de uno de los dos hombres que subieron a la montaña más alta del mundo sin oxígeno por primera vez. Sólo por eso es recomendable.

“La victoria no se obtuvo en los últimos metros de altura que teníamos ante nosotros. Se obtuvo en el momento en que dimos el primer paso hacia lo desconocido.” (p. 176)

Erratas
Página  8, dice: “Todas las victorias más allá de los 8.000 m. se consiguieron con oxígeno artificial: el Nanga Parbat, el K2,el Lhotse… Sólo había un argumento en contra: ya en 1924 dos ingleses, Mallory e Irvine, escalaron el Everest hasta por lo menos 8.000 m con un equipo primitivo y sin oxígeno. Parece ser que resistieron varios días y noches a una altura de 8.300 m sin sufrir, por lo visto, daño alguno.” Las victorias señaladas por Habeler no son precisas: El Nanga Parbat fue escalado en solitario y sin oxígeno. El resto es una suposición. Nadie podría afirmar cuánto tiempo sobrevivieron Mallory e Irvine, además de que sí llevaron oxígeno con ellos. Y por supuesto sufrieron daños: murieron.

Página 122, tercer párrafo, habla de la expedición de 1933 que encontrara el piolet de Irvine, pero lo denomina “piolet de Mallory”.

Página 123, cuarto párrafo, inicia así: “En 1959, una expedición británica en la que también participaba Hillary…” Se refiere a la expedición de reconocimiento de 1951.



 



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