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Montañismo y Exploración
Un sueño llamado Everest
24 septiembre 2009

El 19 de mayo de este año, Gerardo López alcanzaba la cumbre del Everest, luego de doce horas de ascenso desde el campamanto 4. Así, se convertía en el mexicano número 32 en hollar la cima de la montaña más alta del mundo. Este es su relato.







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Son las 8:00 de la noche del 19 de Mayo de 2009. Después de más de 15 años de espera el momento ha llegado. Estamos en el Campamento IV del Everest preparándonos para salir de las tiendas y enfrentarnos a la obscuridad y frío extremo de la noche a los ochomil metros. En pocos momentos saldremos a la conquista del Monte Everest, la cumbre del Mundo. Desde mis años de adolescencia había soñado con este momento, el día de la cumbre en el Everest… y estoy a punto de presenciar el mejor espectáculo de mi vida.

Ascendiendo a la cima del Everest
Foto cortesía de de peakfreaks.com
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Mi pasión por las montañas comenzó en el segundo grado de secundaria, cuando estudiaba en el Colegio Cristóbal Colon de Lomas Verdes. Los hermanos lasallistas nos inculcaron ese gusto por la montaña, por buscar nuevos retos y nunca darse por vencidos. Montañismo, como se llamaba el grupo de amigos que escalábamos por lo menos una vez al mes, se convirtió en parte de mi vida. Cada vez que lográbamos la cumbre de una montaña había una más grande después que conquistar. Pero más allá de las cumbres, la montaña nos forjó para afrontar los obstáculos de la vida y nos unió con amigos que nos acompañan para superarlos.

Con 8,850 metros sobre el nivel del mar, el Monte Everest se levanta como la montaña más alta del mundo: el techo del mundo. El Everest representa el sueño de todo montañista, el reto máximo. Everest es una montaña de insuperable belleza pero a la vez de grandes peligros para los que había que estar preparados. La preparación para este momento tomó varios años, incluyendo expediciones a Argentina, Tanzania, Francia, Ecuador y Nepal.

El Everest desde el sur

Finalmente, en abril del 2009, después de muchos meses de intenso entrenamiento y haber usado los ahorros de muchos años, estaba en camino a Katmandú –capital del Nepal– desde donde iniciaríamos nuestro acercamiento a la montaña. El aproximamiento al campamento base toma siete días en los cuales el cuerpo lucha por aclimatarse a la falta de oxígeno en la atmósfera.

Escalar el Monte Everest requiere mucha paciencia y concentración: “20% es condición física, el resto es mental”. Ningún tipo de vida podría sobrevivir en la cumbre del Everest por tiempos prolongados, por lo que el cuerpo del montañista tiene que acostumbrarse a la altitud para intentar la cumbre.

En la ruta sur del Everest existen cuatro campamentos, 3 de ellos en zonas donde el cuerpo puede todavía acostumbrarse a la falta de altura y un cuarto donde el cuerpo humano ya no puede soportar la altitud y empieza a deteriorarse rápidamente; es por ello que a alturas superiores a los 8,000 metros se les conoce como la zona de la muerte.

Durante el ascenso a la cima, el C3.

A diferencia de otros años, esta expedición la llevé a cabo sin ninguno de los miembros del grupo de montaña con los que siempre había escalado. Esta vez escalaría con un grupo de Canadá, todos con mucha experiencia y algunos con varios intentos previos. Durante seis semanas, el equipo realizó la aclimatación a los tres campamentos de altura y en ese momento estábamos listos para atacar la cumbre.

Salimos el 13 de mayo con destino a la cumbre y después de cinco días de intensa actividad física estábamos en el campamento IV. Pasadas las 9:00 pm del 18 de mayo, la mayoría de quienes nos encontrábamos descansando a ochomil metros salimos con dirección a la cumbre. Frente a nosotros había 850 metros más por escalar, los más difíciles de mi vida. Con oxígeno artificial, el cerebro funcionando a menos de la mitad de la capacidad normal a nivel del mar y con el cuerpo deteriorado, cada paso costaba el poco de energía que restaba. Dos pasos y parar a descansar, dos pasos más y otra vez descansar.

En la cumbre de la montaña más alta del mundo.

A las 8:55 am del 19 de Mayo, después de casi 12 horas de escalar, me encontré parado en la cumbre del Everest. Mi sueño se había hecho en realidad. Había conquistado al Everest pero más importante: me había conquistado a mí mismo. En ese momento pensé en todas las personas que me habían llevado ahí: mi familia, mis amigos, mis profesores, y todas aquellas personas que me impulsaron a luchar por mis sueños. Muy en especial el hermano Manuel Mijares a quien dedico esta cumbre y que en paz descanse.

Esta cumbre me enseñó que con coraje, entrega, dedicación y paciencia lo imposible se puede lograr. Fui muy afortunado por lograr esta cumbre y ahora es mi turno de regresar el favor. Inspirar gente, eso es lo que el Everest significa. “Porque no existe Montaña que no pueda ser escalada ni sueño que no pueda ser alcanzado”.



 



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