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Montañismo y Exploración
Tocar la cima del mundo
15 septiembre 2009

¿Qué harías si te quedaras ciego a los 13 años de edad? Erick Weihenmayer no se conformó con una vida de ciego y luchó por hacer una vida normal, aunque esa vida acarreara escalar Las Siete Cimas. Un libro impresionante, da una clara idea de las malas concepciones que tenemos acerca de los límites de cada uno.







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Erick Weihenmayer. Tocar la cima del mundo. El triunfo de un hombre ciego que va más allá de lo que el ojo puede ver.. Engrupo Editores, México, 2009. 304 páginas. ISBN: 978-607-95230-0-8.

 

Algunos me han dicho: “Si tan sólo pudieras ver, tu vida sería mucho más fácil.” Más fácil, definitivamente, pero más emocionante o más satisfactoria, no estoy muy seguro.

De entre las muchas noticias llegadas desde el Everest, en el 2001 supimos que había alcanzado la cima un invidente. Los comentarios de la mayoría de los montañistas que no han subido un ochomil recayeron en que el Everest se había convertido en algo tan fácil que hasta un ciego podía subirlo. Una opinión generalizada no podía menos que ser correcta hasta cierto punto.

Erick Weihenmayer, quien nació con una rara enfermedad en los ojos que le hizo perder la vista a los 13 años, es ese ciego y desde el sillón de la casa se puede imaginarlo siendo llevado casi a hombros hasta el punto más alto de la Tierra. Si los sherpas son capaces de hacer que una persona que nunca ha practicado montañismo llegue a la cima, ¿por qué no un ciego? Pero el juicio de entrada estaba equivocado y el propio Erick se encarga de dar su propia historia, no como montañista, sino como ser humano.

Ciego muy joven, es invitado a un campamento de ciegos adonde él “no pertenece”, pues se niega a admitir su ceguera. Ahí es donde escala por primera vez y se siente en su elemento. Pero entre esa primera escalada y el Everest hay mucho camino recorrido: escaladas en diferentes paredes, incluso aprender a puntear y colocar seguros de donde sus amigos se cuelgan y de repente el primer gran salto: el ascenso al Monte McKinley, la cima más alta de Norteamérica.

A este ascenso le seguiría el del Kilimanjaro, la más alta de África y luego el Aconcagua, la más alta de América del Sur. Y de ahí, al Everest, una meta codiciada por muchos montañistas, pero un sueño, casi una locura para un invidente. Sin embargo, lo intenta, aunque se da cuenta de algo:

“De manera sorprendente, la mayor duda no emanaba de la comunidad sherpa, sino de los veteranos del Himalaya en los Estados Unidos. El escalador y autor Jon Krakauer me escribió una sincera carta intentando convencerme que no llevara a cabo mis planes: “no tengo ningún entusiasmo en absoluto por su viaje al Everest la primavera entrante”, escribió. “No es que dude que usted tenga lo que se requiere para llegar a la cima. Usted ya ha demostrado que tiene bastante de lo que se requiere. Es sólo que no creo que usted pueda llegar a la cima de esa colina [sic] en particular sin sujetarse a un horrendo riesgo; el mismo horrendo riesgo que todos los escaladores del Everest enfrentan, y de allí, algunos. Es un mundo totalmente diferente arriba de los 8000m. Todo tipo de cosas se estropean allá arriba y las consecuencias son muchísimo más serias cuando suceden.” (p. 274)

Pero no sólo era Krakauer sino alguien que era más respetado por los montañistas estadounidenses, Ed Viesturs:

“Más poder para él y yo apoyo su ida, pero a mí no me gustaría llevarlo hasta allá arriba. Como no puede ver, no puede evaluar el clima o las cascadas de hielo, o las escaleras por las que tenemos que reptar para avanzar. Hay superficies por las que tendrá que moverse rápidamente. Tratar de danzar para sortearlas será muy difícil. Cuando yo guío, me gusta que la gente se convierta en autosuficiente. Con Erik, tendrán que estarlo ayudando, irle cuidando cada paso del camino. Para mí, los riesgos son demasiado grandes. Será la ascensión el Everest más difícil que haya lideado [sic] alguna vez, si la logran.” (Ed Viesturs, cit. En p. 274-275, refiriéndose al próximo viaje de Erick Weihenmayer al Everest).

Con semejantes comentarios por personajes que conocen del Himalaya, ¿cómo continuar? Para Erik era muy sencillo:

“Sólo había estrechado la mano de Ed una vez, así que no podía explicarme cómo él pretendía conocer sobre mis talentos, fortalezas y mi capacidad de contribuir a un equipo. No había visto los dieciséis años que había estado escalando, los años aprendiendo administración [sic, debe decir “manejo”] de cuerda, rescate de grietas y seguridad en avalanchas; de seguro él no vio los días pasados en grandes paredes cuando mis compañeros de equipo se colgaron de las anclas [sic, debe decir “anclajes”] colocadas por el tipo ciego; él no vio los años que me tomó convertirme en independiente, aprendiendo a construir paredes de nieve, cocinar alimentos en estufa de gas, montar tiendas de campaña en tormento [sic, debe decir “en plena tormenta”]; él no vio las veces que quité peso de las mochilas de mis compañeros y las cargué en mi propia espalda, o las veces que fui enfermero de mis amigos enfermos en la tienda. De hecho, él no había visto ninguna parte de mi vida, excepto el hecho de que yo estaba ciego.” (p. 275)

Erick Weihenmayer cruzando una grieta en el Everest

Todo se reducía a ser considerado según los parámetros de quienes vemos: “Las percepciones de la gente sobre nuestras limitaciones son más dañinas que las propias limitaciones en sí mismas.” (p. 113) Y esas percepciones le habían llevado a ser el receptor de muchos “no se puede”. “El patrón continuaba y experto tras experto me decía que nunca podría vencer cada nuevo reto. Pero había persistido, aun cuando a menudo me tambaleaba bajo su pesimismo, sintiendo como que me estaban enterrando bajo una montaña de “no puedes”.” (p. 276)

A pesar de todos los comentarios de esta clase, Erick Weihenmayer llegó a la cumbre del Everest y llegó de una manera autónoma, sin que le ayudaran más que en señalarle la ruta de alguna manera. De su ascenso se hizo una película que ganó muchos premios alrededor del mundo: Farther Than the Eye Can See.

El libro de Erick es excelente desde todos los puntos de vista: desde el humano se aprecia a alguien que no quiere dejarse regir por las reglas de otros pese a sus limitaciones; como ciego, se eleva por encima de muchos (incluidos los que vemos) cuando comprende que recibir un halago como “ejemplo sorprendente e inspirador” no es más que la perspectiva de aquellos que no están ciegos y que “la gente hace sensacionalistas las vidas de los ciegos cuando, a menudo, todo lo que hicieron fue exhibir una semblanza de normalidad.” (p. 147)

Se trata de la vida de una persona con limitaciones que supo encontrar las formas de hacer una vida “normal” pese a ello y todo gracias a la gente que lo ayuda: su familia, su esposa, sus amigos. Y es divertido ver cómo se ríe él mismo de sus limitaciones y cómo sus amigos no tienen consideraciones especiales hacia él para nada.

El libro es excelente y es recomendable para todo mundo, desde montañistas hasta gente que no lo es. Y como final, estampa una nota dirigida a aquellos que no creyeron en él, especialistas en montañas y personajes famosos:

“Yo no escalo montañas para probarle a nadie que la gente ciega puede hacer esto o aquello. Yo escalo por la misma razón que un artista pinta un cuadro: porque me trae una gran alegría. Pero estaría mintiendo mi secreta satisfacción al enfrentar a esos cínicos y golpear sus dudas; destruir sus estereotipos negativos, tomar sus muy estrechos parámetros sobre lo que es posible y lo que no lo es, y destrozarlos en un millón de pedazos.” (p. 304)

Pero Erick no se quedó con El Everest. Continuó y al año siguiente (2002) logró terminar las Siete Cimas. Ha seguido escalando y viajando. Ahora es conferencista que se presenta en muchos lados y con públicos muy disímiles. Este libro fue convertido en serie de televisión y ha escrito más libros. Lo que se siente muy fuertemente a lo largo del libro es la cantidad de personas que se acercan para ayudarle y compartir su vida y es gracias a ellos que triunfa.

Trailer de la película "Farther Than the Eye Can See"

“Habían habido quienes tenían miedo de conectar conmigo. Tal vez habían temido una amistad con una persona ciega que requeriría demasiado trabajo, demasiada adaptabilidad o incluso demasiado riesgo. No sé si Sam o Jeff alguna vez tuvieron esas mismas reservas. Parece probable que alguna vez las hayan tenido, pero aquí estaban, escalando montañas con un hombre ciego…” (p. 212)

Lo único malo de este libro es la pésima edición, que tiene una traducción hecha con un programa de traducción y sin cuidado de los términos de montañismo. Al Everest se le llama “colina”; al piolet, “hacha de hielo”; a Joshua Tree (un destino de escalada en California)  se le llama “Árbol de Joshua”… y así con muchísimas palabras.

Para comprobar la mala traducción, en las páginas 170-171 se pueden encontrar varias palabras que no terminaron por traducirse y están en inglés. De hecho, durante su ascenso al Capitán me fue muy difícil descubrir en donde andaba y qué hacía, precisamente por la traducción, que siempre iba para un lugar diferente al que es.

Además de la traducción, el papel es de ínfima calidad, aunque la página legal diga que es “papel reciclado”. Incluso el ISBN está colocado en una etiqueta, no impreso en el libro y en Internet no se puede encontrar referencia a ese número de ISBN.



 



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