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Montañismo y Exploración
Cómo enviar a un hijo a un Campeonato Mundial de Escalada Deportiva
26 agosto 2009

Participar en un Campeonato Mundial de Escalada Deportiva es algo que no todo mundo alcanza pero todos queremos de quienes van. Pero ¿qué significa esa competencia para los familiares y amigos de un competidor? Esto es lo que este relato muestra.







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Escoja usted, matarile lire lon 

Finalmente conseguí quien me prestara su tarjeta de crédito para comprar los boletos de avión ese mismo día, cuando más el domingo. Al finalizar el curso, nos fuimos a mi casa a tratar de apartarlos por Internet. Pero Alfredo tenía una decisión que tomar, ¿se la jugaba para comprar los boletos de los demás? Y digo “los demás” porque yo había asumido la responsabilidad de adquirir esa deuda. ¿Y si no llegaba nunca ese dinero solicitado? ¿Quién pagaría? ¿Alfredo?

Penitente, La Cueva. Agosto de 2009

Después de hablar con los competidores y sus padres, hubieron quienes asumieron el riesgo, como lo hice yo, pero también quienes no quisieron hacerlo por cuestión de “ideologías”. También hubieron quienes no pudieron. Era hora de decisiones. Alfredo también buscaba a alguien que le prestara su tarjeta, pero aún así no podría comprar boletos para todos: se tenía que quedar uno. Difícil decisión.

Braulio y yo buscábamos donde acomodar a los competidores y cuando encontramos uno que era el adecuado, no pudimos ponernos en contacto con quien me había prestado su tarjeta. Yo comenzaba a desesperarme. 

Yo escojo a Claus, ¿qué nombre le pondremos? matarile lire lon 

Nos dijeron que no tenía caso ir al aeropuerto y tratamos de comprar los boletos por Internet. Rayo telefoneaba a las aerolíneas, pero todas nos mandaban a Internet. Aeroméxico sí tenía pero… sólo en clase Premier y cada boleto costaba casi 2,500 dólares. Ni queriendo. Yo me pasé horas buscando en Internet. No había, no había, no había… En ninguna aerolínea, destino, conexión con diferentes aerolíneas, con trenes… ¡Y no encontraba!

Penitente, La Cueva. Agosto de 2009

Finalmente encontré uno. Tan rápido como lo permitían mis dedos, comencé a teclear los datos de Clau y Brau, de la tarjeta y… Enter. Cerré los ojos. Resultado: la tarjeta era rechazada. ¿Ahora qué íbamos a hacer? Rayo afirmó que esa tarjeta estaba en ceros y que el límite de crédito alcanzaba, por supuesto. Pero me ayudaría en unos minutos porque justamente en ese momento llegó mucha gente adonde estábamos y él los tenía que atender.

Yo temía que la página fuera a caducar así que me regresé y cambié algunos datos de la tarjeta. Enter. Datos equivocados. De nuevo pero los datos correctos. Enter. Tarjeta aceptada. ¡Había pasado! ¡Teníamos los boletos de avión!  Pero no, aún faltaba un correo de confirmación. Por el momento sólo estaban reservados.

Le pondremos la competidora viajera, matarile lire lonEse nombre si le gusta, matarile lire lon  

Entré a mi cuenta de correo y sí: había un correo de la aerolínea. Click. Cerré los ojos. Cuando los abrí, allí seguía: ¡sí teníamos los vuelos! Casi lloro. Buscamos a Alfredo para darle los datos del vuelo. Quizá se pudieran ir todos juntos, algo muy remoto, pero pudiera ser. Mientras tanto, Alfredo les había pedido a los competidores que se encontraran en Francia y  tenían que ponerse de acuerdo en muchas cosas.  El siguiente paso era conseguir dinero para comidas y alojamiento, recurrir a todo mundo. Tenía que hacer muchas llamadas.

Penitente, La Cueva. Agosto de 2009

Era domingo y terminaba el curso de jueces, yo me había perdido la segunda parte por hacer llamadas y responder mensajes. Varios amigos me prometían depositar el lunes, personas que se esperaron hasta estar seguras que Claus sí iba. Al menos tenía que reunir cierta cantidad para que tuvieran del martes al viernes, porque a mí me pagan el jueves, pero por cambios de horario ellos podrían ver el depósito hasta el viernes. Confiaba en que encontraría a otro de los dioses lo suficientemente desocupado que se ocupara de nosotros. Una vez más.

Cuando Alfredo se desocupó  platicamos. Había tomado decisiones: él asumiría el riesgo con la tarjeta prestada y sabía ya quien se quedaría. Con el dolor de su corazón, no tenía más alternativa. Le di una copia de la confirmación del vuelo de Clau y Brau para que se diera a la tarea de encontrar, si no en el mismo, al menos uno similar o por lo mucho que llegaran más o menos a la misma hora a Lyon, que es el aeropuerto más cercano, después ellos verían como trasladarse a Valence que está a 97 km.

Nos teníamos que ir a casa a hacer la maleta. Los padres de los competidores de la categoría infantil le dieron a Clau un sobre con euros y cartas. No las quiso leer, ya lo haría en el avión.

Matanga, La Cueva. Agosto de 2009

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