Un viento fuerte. Demasiado fuerte. Noche. Las varillas de la tienda de campaña se doblan y hacen que la tela de la tienda se pegue al cuerpo, a la cara. Una ráfaga más fuerte aún. Baja. Pero no cesa. Deben ser las dos de la mañana y uno no puede dormir. Finalmente, Sergio sale y coloca más estacas para asegurar la tienda. Pero eso no evita que las paredes se acerquen a uno.
El volcán Barú, el más alto de Panamá.
Fotos: Carlos Rangel
Haz click en las imágenes para agrandarlas.
En los túneles verdes para llegar a la cumbre del Volcán Barú.
Estamos en el cráter del volcán Barú, el más alto de Panamá, y a pesar de los poco más de tres mil metros de altitud, las condiciones parecen ser las de una montaña mucho más alta.
Habíamos comenzado a caminar sobre una carretera y una hora después pusimos nuestro primer campamento. Al otro día comenzamos a subir por un camino que serpentea entre miles de árboles. Verde el piso, verde alrededor. Verde vegetal.
Hacia la parte alta el volcán cambia de colores: ya no hay verde y el color es el de la arena que uno tiene que caminar. Arena y rocas sueltas, como en todos los volcanes. A alguien se le ocurrió que poner una línea de acero recubierta de plástico era una buena idea para ayudarse en el ascenso por esta ladera arenosa. Quizá la usen algunos a pesar de que hay secciones donde el plástico que recubría al cable ya no existe y es seguro que más de uno habrá dejado parte de la piel de las manos a la bajada.
Aún dentro de la vegetación, ubicándose con GPS en el volcán Barú.
Detrás dejamos el mar de nubes
La llegada al cráter fue un evento: finalmente se terminaba el ascenso y solo había que caminar cuesta abajo al lugar del campamento. Detrás y abajo, dejábamos un manto de nubes. Y aquí es donde el viento nos está golpeando de lleno por la madrugada. Un cráter que no parece cráter de volcán sino páramo colombiano o llanura boliviana o sólo un sitio donde no hay más que pastizales y mucho viento y nubes.
Pero finalmente amanece y algunos suben en medio de la niebla a la cumbre, que no está lejana. Y luego, el descenso, alejarse de los vientos, de ese punto donde se ve por un lado el Pacífico y por el otro el Atlántico. Bajar y bajar hasta regresar nuevamente al calor característico de Panamá.
El cráter del volcán Barú, parecido a un paraje de alta montaña.