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Montañismo y Exploración
Ascenso al Denali, la montaña más fría del mundo
1 septiembre 2009

El Denali, la montaña más fría del mundo, es el objetivo de muchos montañistas, sobre todo de aquellos que van en pos de las Siete Cimas. En este relato, Andrea Cardona nos entrega el relato de sus vivencias al ascender el Denali.







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Mal tiempo

Amanecemos con la carpa tronando por el fuerte viento. Chris avisa que esperaremos para ver si más tarde cambia, pero no mejora en todo el día. Odio quedarme en la expectativa. Prefiero que me digan “hoy no saldremos” a “veremos”. No sé cómo hacer para que el tiempo pase. No quiero acabarme el único libro que traje ni dormir todo el día para no hacerlo de noche. Manoel lee: él sí trajo dos libros y uno de ellos tiene más de 700 páginas. Miro el cielo de la carpa y me pongo a pensar en todo y en nada.

Las previsiones no siempre son exactas.

Al día siguiente el tiempo continúa igual. Me empiezo a desesperar por el frío y la incomodidad de la carpa. Recuerdo que en el campo 1 un grupo de pajaritos se quedó atrapado en la tormenta. Pasaban por allí y cuando intentaron seguir su rumbo, el cielo se había cerrado y, con él, sus posibilidades de salir vivos ese lugar. Volaban muy cerca de nosotros en busca de calor. Queríamos ayudarlos. ¿Tal vez si duermen con nosotros en la carpa puedan sobrevivir la noche y montar su vuelo mañana? Catlin, la guía, nos contó que no somos los primeros en querer hacer esto y que el último grupo que lo hizo amaneció con varias aves muertas dentro de sus carpas.

“Aquí no puede existir vida”, pienso mientras intento calentarme los pies y siento un desánimo profundo. No quiero ni salir de la carpa ni ver a nadie. Quiero dormir, que el día pase rápido y que el siguiente sea maravilloso para poder escapar de aquí. Mi pensamiento es que por culpa de George estamos trabados aquí, que si no hubiéramos perdido un día por él, ahora estaríamos en el Campo 3 aclimatándonos para el último campo y luego… la cumbre. Estoy odiando ser guiada y no decidir salir hacia el Campo 3. Veo subir a pareja con aspecto de escaladores profesionales. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? “Aquí nos tratan como niños.” Escondo la cara en mi bolsa de dormir y trato de dormir de nuevo.

El campo 3 se ve abajo muy lejos, la ruta sigue hacia la derecha por la arista después de escalar la pared más dificil de la West Buttress.

Al tercer día tengo dos alternativas: me muero de tedio o acepto lo que no puedo controlar. La madre naturaleza. Me dispongo a quedarme fuera todo el día. Como soy la única de habla hispana, enseño español al guía y a bailar salsa a Anush, un divertido chico de origen hindú, y me atrevo a acercármele sólo porque vive en Estados Unidos hace mucho tiempo. La cultura de la India con respecto a las mujeres es muy parecida con la musulmana.

Por la tarde, voy a los campos de otras expediciones y hablo con alemanes, italianos y austríacos. La mayoría tiene más tiempo esperando por buen tiempo que nosotros. Algunos hasta por siete u ocho días. A otros se les acaban la comida y el gas. Dos italianos regresan del Campo 3 y cuentan que estuvieron esperando nueve días hasta que se les acabó el tiempo. Regresan a su país sin siquiera haber tenido la oportunidad de intentar la cumbre.

Nuestro Campo 4.

Ese día me siento dichosa de nuestra condición y me siento mal por haber culpado a George. Tengo que aprender a ser paciente en la montaña y prepararme para situaciones semejantes en mis próximas expediciones, especialmente para el Cho Oyu, donde la expedición dura 45 días y para el Everest que dura 60 días. ¿Cuántos de esos días pasaré metida en mi carpa en espera de buen tiempo? No lo imagino pero me debo preparar para ello.

Al quinto día de espera me siento serena, tranquila y me dejo llevar como una hoja seca acostada en un río. No tengo prisa ni expectativas. Vivo cada día y si tengo la oportunidad de intentar la cumbre estaré muy feliz, si no, estaré feliz día a día. Comparto y me divierto con mis compañeros de expedición durante el día y me voy a dormir satisfecha por la noche.

Andrea y Chris en el día de cumbre.

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