Peter Stark. Último aliento. Historias acerca del límite de la resistencia humana. Editorial Planeta Argentina. Buenos Aires. 2002. 335 páginas. ISBN: 950-49-0947-7
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“…¿por qué llegar a esa situación de riesgo? La respuesta… está muy relacionada con la sensación de estar vivos de una manera muy intensa; y también tiene algo que ver con la muerte.” (p. 25)
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Ponerse a prueba en un terreno donde no hay reglas es cada vez más frecuente. O al menos es más frecuente leerlo y saber de ello. Peter Stark se pregunta el por qué:
“Hace un siglo era común que la muerte visitara los dormitorios de nuestro vecindario. Era allí donde algún pariente o abuelo moría de alguna enfermedad o porque era muy viejo, en medio de la familia. La muerte formaba parte de la vida cotidiana. En la actualidad no presenciamos la muerte en nuestra experiencia cotidiana: se la elimina de la vista, sucede en el ambiente esterilizado del hospital (aunque la moda de los hospicios ha empezado a cambiar un poco esta tendencia). No hablamos de la muerte. Negamos cuidadosamente que la muerte exista tan cerca de todos nosotros, como si se hubiera convertido en algo sucio o en un personaje acartonado que anda sacando las pistolas en una película. Quizá sea nuestra distancia de la muerte lo que la convierte en algo temible, algo que nos fascina y que quisiéramos comprender.” (p. 20)
Sea esta o no la respuesta, Stark la utiliza como una justificación para este libro: “Mi intención al escribir Último aliento ha sido producir una especie de ars moriendo para aquellos que participan en aventuras límite, con una alta recompensa emocional, a menudo riesgosas y a veces fatales.” (p. 20)
Su idea es plasmar a través de relatos imaginarios, relatos donde se perciban los cambios fisiológicos por los que va pasando la víctima. “Preferí crear personajes basándome en mis numerosas entrevistas y en mi investigación, porque esto me ha dado mucha mayor flexibilidad para explorar los aspectos fisiológicos, psicológicos y espirituales de la muerte.” (p. 23)
Así, cada capítulo describiría un aspecto donde el cuerpo estuviera sufriendo transformaciones importantes que el autor ha elegido: la hipotermia, el ahogamiento, el mal de altura, las avalanchas, el escorbuto, el ataque al corazón, la caída, los depredadores, la descompresión, la malaria cerebral y la deshidratación.
El resultado es muy dudoso. Por el lado de la descripción de los cambios fisiológicos, hay bastante información importante que debe darse a conocer, aunque hay varios detalles que se le escapan por ser un escritor de aventura en lugar de un especialista. En este sentido, hay que ser muy cauto con la información que se obtiene del libro, aunque por lo general es correcta.
Un ejemplo de un error: “Aunque no tenían sed, porque la altura anulaba esa sensación, sus cuerpos necesitaban más agua, de 4 a 6 litros por día…” (p. 89) La sensación de sed en alta montaña es muy aguda y no recuerdo algún relato en que se hable de que esta sensación cesa, aunque podría ser una falta de información personal.
Por el lado de la ficción, contiene muchos errores. En el caso de alta montaña, por ejemplo, se describe a un grupo de mujeres subiendo al Annapurna. Una de ellas no puede más y se regresa, acompañada de dos más. Una de las acompañantes se separa y deja a descansar a la enferma para asomarse “a esa roca” para tener una visión del Tíbet que ha soñado. Pero no bajan más y el mal tiempo sorprende al grupo completo en el descenso.
Cavan una cueva en la nieve que, por la descripción, es más una cueva de esquimal que una de las que puede hacerse por encima de los siete mil metros en el Annapurna. Incluso se le da toda la vida de un iglú esquimal cuando una de ellas “sacó una vela de su equipo de emergencia” (p. 83) y la enciende para tener más calor, sin contar con que a esa altura es más importante el oxígeno que se respira, que es precisamente el tema que el autor está tocando en ese capítulo.
Traducido en Argentina, no se le dio a un montañista para su revisión y los crampones y el piolet están traducidos como “las tiras de sus clavos” y “hacha de hielo”, respectivamente, además de que se habla de “changadores” en lugar de porteadores.
Muchos de los protagonistas que crea el autor mueren y todos por la misma razón: la toma de decisión equivocada. Casi se puede ver en ellos el mismo patrón de conducta competitivo. Sólo un capítulo está libre de estos errores y es el de la muerte (real) de Vitus Bering, el explorador del siglo SVIII. Desde mi punto de vista, atenerse a los hechos reales, más que a imaginarios inventados para explicar un proceso, hubieran dado mejores resultados.
Independientemente de los errores cometidos, el libro cumple con un propósito: informar de cuántas maneras puede morir una persona. Si bien en algunos casos el autor habla de historias que no pertenecen prácticamente a cuestiones deportivas que están en el “límite de la resistencia humana”, como en el caso de la malaria o los “depredadores”, que puede sucederle a cualquier turista (como es el caso de los ejemplos puestos por el autor), es muy descriptivo.
El libro es recomendable pero con una alta dosis de crítica, tanto por la traducción (se habla de “ataque al corazón” en lugar de “golpe de calor”) como porque se trata de un libro de divulgación escrito por alguien no especialista. De hecho, el libro surgió a partir del éxito que tuvo el ensayo “Cómo las personas congeladas recolectan nieve” y que fue seleccionado como “notable” en The Best American Essays 1997.
La editorial no coloca el nombre original en inglés y Amazon cuenta con dos títulos parecidos: Last Breath: Cautionary Tales from the Limits of Human Endurance y Last Breath: The Limits of Adventure. Seguramente se trata del primer título, por la descripción que se hace de él.
Errata
“…una pulgada cuadrada equivale a un cuadrado de 6,4515 centímetros por lado… (p. 238) Una pulgada cuadrada tiene 6.4516 centímetros cuadrados de superficie, pero cada lado mide 2.54 centímetros lineales.