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Montañismo y Exploración
Sueña y lucha por ello: el ascenso al Everest
5 junio 2008

Jorge Salazar y Alejandro Aguilar hacían cumbre en el Everest los días 21 y 22 de mayo, respectivamente, después de sufrir las nuevas barreras impuestas por el ascenso chino. Este artículo, enviado a Montañismo y Exploración por Alejandro, narra su ascenso al punto más alto de la Tierra.







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Dos meses y medio después de haber iniciado, con ocho kilos menos de peso y ya instalado en Katmandú, les comparto la dicha que me llena el haber pisado el lugar más alto del mundo. Se dice fácil pero cuando se piensa en los peligros, los esfuerzos y todo lo que hubo que invertir para estar ahí, a 8,850 metros sobre el nivel del mar, se me enchina la piel tan sólo de pensar, por ejemplo, en la distancia vertical que me separa ahora de ese punto.

Everest, el más grande. Foto: Alejandro Aguilar

Everest, el más grande.Foto: Alejandro Aguilar

Aquí, en Katmandú, estamos a 1,500 metros de altitud, así que faltarían más o menos 7,350 metros verticales para llegar. Miro al cielo y pienso “Caray, sí que está lejos”. Todo hay que subirlo a pie, aunque hay algunos tramos de escalada en la empinada pared del Lhotse y otros sobre el macizo del Everest, el día de ataque a la cumbre sobre la escarpada cumbre sur, sin contar el Paso Hillary, famoso por ser la parte más difícil y técnica de toda la escalada, a 8,760 metros, justo donde la falta de oxigeno y la presión atmosférica hace estragos en el cuerpo humano.

Para hacer el Everest no necesitas el cuerpo necesitas la mente y sobretodo el “corazón” que te lleve a recordar a cada minuto por qué estamos acá, qué te trajo por estos parajes tan remotos, qué te hizo pensar en que venir aquí era una cuestión de dinero, agallas, retos, vida o muerte, de imponer un nuevo récord, de ser el primero en hacer algo diferente, de sentirse digno de siquiera intentarlo o que tu ego te permita siquiera imaginar que mereces de una forma u otra el pisar ese lugar. Ese lugar tan mágico y tan místico por sí mismo (después de escuchar “lo más alto del mundo” una y otra vez en mi vida)… ¡Sí que es única esta experiencia!

Avalancha en la cascada del Khumbu. Foto: Alex Aguilar

Avalancha en la cascada del Khumbu.Foto: Alex Aguilar

Los últimos cientos de metros antes de pisar la tan ansiada cumbre, me hablaba a mí mismo: “Alex, estás en el lugar que tanto has soñado, sólo unos pasos más y experimentarás y habrás ganado el derecho a disfrutar ese merecido éxito, aunque sólo dure unos breves instantes, unos efímeros minutos, tantas horas de sudor trabajado para estar ahí, para sólo permanecer en ese lugar unos instantes”.

Y más cuando pensaba que aquella odisea no empezó la noche previa, cuando a las 21:30 me disponía al ataque final, ni siquiera cuando puse un pie en el avión rumbo a Katmandú. Todo comenzó mucho, pero mucho tiempo antes.

Y después de la cumbre comienza la otra mitad: el descenso.

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