Noche en la sierra
De noche todo puede pasar. En 1952, don Elías Vargas hizo un viaje desde Talea de Castro hasta Totontepec, en la sierra de los mixes, en trece horas y de noche. A su regreso, encontró “del tamaño de un perro grande” que se le cruzó por el camino sin intentar atacarlo. Él trató de alcanzarlo con el machete pero apenas lo rozó. Más adelante, un maestro rural le impidió seguir en el monte de noche porque un “tigre” había matado algún ganado. Durmió ahí y al otro día, amaneciendo y tomado un poco de café, reinició su camino.
Tras un día en la barranca del Puente del Diablo
Han pasado 56 años desde entonces. El monte ya no es como entonces, aunque sigue siendo tupido y el camino hacia el puente es bastante marcado por ambos lados del río. Pero decidimos subir de noche porque abajo no podríamos dormir por tanto mosquito y de día, el ascenso sería muy pesado por el sol. De noche y en el monte. Subiríamos a San Andrés Yaa.
Al poco de haber iniciado, se volvió a perder la vereda marcada y a partir de ahí subimos adivinando los caminos olvidados. Sí, el camino era claro y marcado, pero como ya no era transitado tanto, se había cubierto de vegetación pues con la creación de carreteras en la sierra, los caminos antiguos ya no se transitan tanto.
Día de mercado en San Ildefonso Villa Alta
El ascenso fue lento, pesado más por la poca visibilidad que teníamos más que por el terreno. Aunque claro: de día hubiera sido peor. A las once de la noche nos detuvimos. Estábamos cansados, cierto, pero más que nada ya nos habíamos alejado lo suficiente de los mosquitos del río y de las hormigas. Instalamos nuestro refugio y dormimos tranquilamente… hasta que los mosquitos matutinos nos despertaron.
Villa Alta
Lunes, día de mercado. San Ildefonso Villa Alta estaba lleno de gente y su plaza tenía de todo: machetes, comales, guajolotes, maíz, frijol, cestos, cinturones, zapatos, herramienta para el campo, de todo, en fin. Menos los tamales que buscábamos para desayunar. Al final desayunamos pero nunca quedé ahíto de lo que veía: un mercado vivo.
En Villa Alta las mujeres visten como antaño.
En Villa Alta las mujeres aún visten la ropa tradicional: vestido blanco, el cabello trenzado, con una manta sobre la cabeza cuando hay mucho sol. Viendo el mercado, me preguntaba cómo vestían antes hombres y mujeres cuando no habían carreteras y el sólo ir a Oaxaca llevaba varios días de camino por varias veredas, a veces caminando de noche con la sola luz de un ocote encendido, rodeado de un monte con animales de caza y salvajes, cuando la población era poca y los bosques tupidos.
Allí, en Villa Alta, un maestro de escuela retirado nos habló de Xaca (pronunciado como “Jaca”) y del puente colgante por el que se cruza. Deberíamos bajar la barranca para cruzar descubrir si la hamaca aún existía, pues poca gente sabía de ella. Como cuando subimos desde el Puente del Diablo, los caminos modernos dejaban olvidados a los antiguos.
Manos de mujer en el mercado