En abril de 1951 la Asociación Tucumana de Andinismo (ATA), con algunos profesores de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), elabora los primeros informes de vegetación, geología y glaciología de la cuenca de la Salina de la Laguna Verde. Posteriormente, en el año 1983 se realizó una expedición donde investigadores del Instituto Miguel Lillo de la UNT estuvieron más de un mes operando en la región del Campo del Arenal y zonas aledañas.
El Ojos del Salado desde el Abra de la Laguna Negra.Foto: Orlando Bravo (†), 1976.
Durante los años 1986 al año 1989 operaron los montañistas del CAT, quienes elaboraron el plano mencionado al inicio.
En el año 1989 se realizó la expedición científica mixta Argentino Italiana Cóndor 89 y finalmente en el año 1992 y 1993 se realizan la expediciones auspiciadas por la Universidad de Siena (Italia) con el apoyo logístico de la UNT, que publica un extenso trabajo “Valuación cuantitativa del diferenciamiento eto-ecológico en un ecosistema andino”.
Una característica interesante de la mayoría de las expediciones realizadas desde el lado argentino, incluso hasta mediados de la década del ochenta, es que el único objetivo de cumbre que “existía” era el Ojos del Salado, no justificándose ninguna otra montaña. Por otra parte, en esa época el acceso al Pissis todavía se hacía a mulas y su logística, por falta de agua y pasto, era compleja y muy larga desde el lado catamarqueño.
Cara Sur del Tres Cruces, año 1951.Foto: Enrique Würschmidt
Las publicaciones de investigación en temas muy específicos, como ser geología, geografía, biología, o etoecología, que son las especialidades sobre las que más se trabajó en la región, se ubican en algunas bibliotecas de centros de investigación, pero no son de difusión masiva y por lo tanto seguirán siendo “comida” de pequeños roedores e insectos. Incluso existe la posibilidad de que se hayan realizado otros tipos de estudios por instituciones extranjeras o nacionales y nunca se difundieron en el medio.
La información precisa y accesible al común denominador de la gente, es aún hoy casi nula. No está sistematizada ni ordenada, en la toponimia subsisten grandes confusiones, no se conocen los caudales de los ríos, la calidad de sus aguas, del aire, del clima, no hay datos de nivología, ni de habitantes, vulcanismo, flora y fauna, etc, no existen datos de mediciones sistemáticas de ningún rubro. En definitiva, aparte de ser un paraíso para el montañismo, es uno de los laboratorios naturales, todavía vírgenes, para realizar importantes investigaciones en diversas líneas. En el presente trabajo se ordenó la información dispersa, se la clasificó y concatenó con el conocimiento adquirido por el autor a lo largo de nueve expediciones en la región. El objeto es lograr una información general accesible al común de la gente y de allí el título del trabajo.
Una propuesta superadora para esta situación, es que se registren sistemáticamente a las expediciones que operan en la región y que se informe que tipo de trabajo realizaran, además de solicitarles, aunque sea un resumen y donde se puede localizar una copia del trabajo completo. De esta forma conformar un banco de datos lo más completo posible concentrado en un espacio físico, como puede ser el Museo de los Seismiles, en Fiambalá, que es el último centro poblado y una de las principales puertas de ingreso a esta fantástica región.