La Conquista de El Gigante
24 enero 2008
Después de haber descendido Basaseáchic y la Cascada de Piedra Volada, surgía un nuevo reto: descender por la pared de El Gigante. Este primer ascenso, realizado en diciembre de 1996, se convirtió en histórico para Chihuahua. Y también en un destino para los escaladores.
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La segunda repisa (R-2)
Mientras Víctor bajaba exploré un poco de R-2, sobre todo para encontrar un lugar donde acampar. R-2 era una repisa mucho más chica que R-l, tiene igualmente una pendiente muy pronunciada, llena de gran cantidad de piedras sueltas y cubierta por densa vegetación, más densa que en R1. No logré encontrar ningún sitio plano ni adecuado, por lo que cuando llegó Víctor lo mejor que pudimos hacer fue acondicionar un poco un sitio, haciéndolo plano perpendiicularmente a la pendiente, pero sólo pudimos aplanar relatiivamente justo el espacio para dormir, utilizamos unos encinos como apoyo para evitar que nos pudiéramos caer mientras dormíamos.
El sitio era bastante incómodo y nos dispusimos a pasar una mala noche y además empezó a soplar un fuerte viento helado que aquí sí nos pegó de lleno por que no estábamos tan protegidos como en R-l. Nos encontrábamos durrmiendo en medio de una gigantesca pared de piedra, pisando sitios que jamás habían sido explorados por ser humano alguno. Era nuestro privilegio y así lo sentíamos.
Gracias a los radios constantemente nos comunicábamos y estábamos enterados de lo que ocurría en cada grupo. El grupo del río llegó hacia el medio día al pie de El Gigante y acamparon a la orilla para esperar a que bajáramos, yo los vi llegar cuando estaba colgado haciendo las maniobras para descender a R-2. Entre R-l y el campamento general hubo un intenso movimiento ya que se trasladaron más personas a R1, transportando agua, comida y bolsas de dormir.
Fue consstante la transportación de agua a R-1, ya que en toda la pared de El Gigante no encontramos ningún manantial o fuente de agua. Estas operaciones entre R-l y el campamento general las había estado coordinando Don Ramiro. También este día llegaron más personas que se unieron a la expedición como Héctor Sánchez, Salvador Rodríguez y Gil, uno de sus empleados. Ellos tres prontamente se integraron al trabajo uniéndose al grupo de apoyo en R-l .
Un año viejo y enfermo
31 de diciembre de 1996. Varias veces me desperté durante la noche, debido a que el viento no cesó de soplar. Lo bueno de la noche fue que pude apreciar ampliamente el cielo estrellado entre los huecos de las ramas de los árboles. Después de la media noche salió la luna y aunque no la vi sí pude apreciar que proyectó la sombra de El Gigante sobre la pared rocosa del Cerro de la Corona.
Hacia las 8 de la mañana nos levantamos, desayuunamos algo muy ligero y mientras Víctor desenredaba los cables, yo me dediqué a explorar la orilla de la repisa para localizar un sitio dónde anclar el cable para continuar el desscenso. Exploré siguiendo el cortísimo cauce de un escurriimiento de temporal que desciende bruscamente por R-2 para luego caer libremente por la pared de El Gigante hasta el río.
Aquí la vegetación nos presentó muchos problemas por lo cerrado, hasta un gran carrizal localizamos que nos cerraba el paso. Pero después de sortear todo esto localicé un buen punto para descender y coloqué un cable de seguridad y luego otro para descender unos metros y observar un poco.
El río me pareció muy cercano, escuché su rumor, e incluso vi el campamento del grupo del río, con su fogata encendida y todos ellos continuaban durmiendo a su alrededor. Me pareció tan cercano que decidí desechar el cable de 160 metros y seguir bajando únicamente por la línea principal de los 550 metros, aunque por seguridad me llevaría conmigo un cable extra de 60 metros de longitud.
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