La Amarga, la mayor al norte, es de tono gris-marrón y le endilgan contenido de cianuro por pasadas actividades mineras. A pesar de ello se apreciaban en ella varios flamencos deslizándose con ceremonial movimiento. La otra, mucho más pequeña y de color turquesa se encuentra al sudoeste de la primera, separada por el plano y no muy ancho terraplén donde estábamos detenidos. Pero el tamaño de su superficie turquesa no impedía que se reflejara El Cóndor en ella, aunque borrosamente por el movimiento del agua por el viento. Ambas contorneaban sus perímetros con una fina franja de escarcha en sus orillas. A siete km. en dirección oriente de esta laguna se encuentra la cumbre de El Peinado. En sentido contrario y a 18 km, la cumbre de El Cóndor.
Cruzamos en medio de las lagunas y enfilamos hacia el Cóndor por una huella poco acentuada que se dirige hacia el empalme para el regreso a Las Grutas o hacia Antofagasta de la Sierra. 17.5 kilómetros más adelante, ya sobre los 4,800 metros, buscamos el mejor lugar posible y lo encontramos muy pronto en una zona un poco más plana y algo protegida.
Campamento Base 120
Antes de la una de la tarde habíamos llegado al que sería nuestro campamento base. Poco más de dos horas y media habíamos necesitado para transitar por una tolerable huella los poco más de 60 km. que nos separaban de Las Grutas. Estábamos en la posición S26°36´172 y O68°18´755, y a la nada despreciable altura de 4,838 metros. Y si bien esta altura nos aproximaba más a la cumbre, los vehículos quedaban muy expuestos a las extremas bajas temperaturas del amanecer. Colocamos las camionetas con el frente hacia las rocas y envolvimos el filtro de combustible, algunas cañerías y la batería con aislante y pedazos de manta. Tanto como coronar la cumbre, queríamos preservar el regreso.
Pasaríamos en este campamento la noche del día de llegada y la del día siguiente, por lo que armamos una carpa estructural grande que nos daría comodidad para aclimatar y dormir. En poco más de media hora estaba lista y habitable. El nombre “Campamento Base 120” brotó como una reflexión nocturna de los dos-algo-más-viejos integrantes de la expedición, y fue bastante fácil el bautizo, sólo hubo que sumar las edades que ambos tendríamos dentro de poco tiempo más.
Al día siguiente, miércoles 23, lo dedicamos a estudiar la ruta de ascenso. Hans quería acercarse al campamento base que había hecho Alex, más de cien metros arriba, casi a los cinco mil y adonde llegó utilizando un vehículo naftero. Llegamos también en ese pequeño ascenso de aclimatación hasta los 5,150 metros de altura, lugar preciso en que comenzaba el pedrerío que de menor a mayor tamaño caracterizaría la ruta.
Regresamos para preparar el equipo de montaña que a partir del día siguiente nos acompañaría en la escalada y en esos nerviosos preparativos muy pronto nos encontró el anochecer. Cenamos cómodamente sentados en banquitos, con buena luz y con una improvisada y práctica mesa. Ya se acabarían las comodidades a partir del día siguiente.