Llegar al lugar y admirar por primera vez esas montañas se convirtió en un recuerdo imborrable. Esa noche vivaqueamos en una oquedad al lado de una incipiente construcción de vialidad. Todo muy solitariamente ya que recién era ocupado el lugar, tanto por gendarmería como por vialidad provincial a mediados de noviembre. ¡Pero cómo van cambiando las cosas!
Hoy en día, con el transcurso de los años, se llega a Las Grutas en pocas horas y allí se cruzan numerosos montañistas y expediciones de varios países que pernoctan y aclimatan en el estratégico y cómodo refugio que tiene Vialidad. Y sin sorpresa alguna aprecié cómo siguen creciendo las construcciones en derredor, aunque también sin sorpresa puede ver cómo acceder al teléfono que existe es casi imposible: por una razón u otra, nunca pude hablar.
Hicimos los controles de acceso en Gendarmería, conformamos el peculiar documento que parece ser un deslinde de responsabilidades y que no termino aún de entender a pesar de haberlo firmado mucho más de una decena de veces y tener experiencia en rescates. Una vez más nos acomodamos en los bunker-refugio que por un muy módico precio diario pone la D.P.V. de Catamarca a disposición del viajero.
Suele haber, en caso de necesidad, aprovisionamiento de combustible. Luego un tardío almuerzo a los 4,000 metros de altura y después, entre bromas, nos acomodamos junto a varios andinistas más en los cómodos colchones que tienen las literas para una reparadora siesta. Antes de la cena coordinamos los objetivos para el día siguiente.
Antes de la noche aprovechamos para verter a los litros de gasoil que calculamos teníamos en nuestros tanques, un 10% de kerosene. Era la mejor forma de proteger el combustible de las bajas temperaturas que tendríamos a partir de esa noche.
El día siguiente, lunes 21, lo aprovechamos para lograr aclimatación. El resto del grupo se atrevió a un ascenso al Falso Morocho y yo a inspeccionar las antiguas ruinas indígenas de la zona y la nueva edificación de las termas cercanas.
Aproximando al Objetivo
La zona de Los Andes a la que nos dirigíamos está tachonada por multitud de volcanes que caracterizan una especial geografía. Algunos rondan los 6,500 metros de altura, cubiertas sus cumbres por nieve y glaciares; otros, menores a los seis mil, de extraña y cónica belleza y con pronunciadas coladas de escoria. Las cenizas y aportes volcánicos de todos ellos formaron grandes extensiones horizontales con tolerables desniveles que transitaríamos, y donde inexorablemente aparecen grandes salares, salinas, lagunas saladas y termas.
El martes 22, a las 10:15 horas, nos despedimos de nuestros viejos y nuevos amigos y salimos hacia El Cóndor. Transitamos por asfalto unos 14 km. desde Las Grutas y llegamos al punto S26°52´0152 y O68°14´110, caracterizado porque frente a ése lugar de ingreso hay una señal vial muda. A partir de ahí iniciamos la marcha hacia el norte sobre una marcada huella. La vista del Dos Conos y —más adelante— mirar la parte de atrás del Bertrand, tan diferente a la que se contempla desde Las Grutas, entretenía el viaje.
Pronto comenzamos a admirar a el Peinado y el Cóndor. La buena huella pronto acabó ante una pronunciada y abrupta bajada hacia las lagunas sólo marcada por aisladas huellas de cubiertas. A las 13:30 iniciamos ese descenso, que no fue muy complicado y 15 minutos después estábamos parados entre ambas cumbres, a los 4,000 metros de altura, sacando fotografías.