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Montañismo y Exploración
Viaje por las ramas
14 diciembre 2007

Un viaje se puede hacer a cualquier parte del mundo, pero es difícil escribir un libro de viaje si se va a un lugar cercano y que no promete descubrimientos y riesgos sin medida. Pero Román Piña lo hizo. El resultado es interesante y muy divertido.







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Román Piña. Viaje por las ramas. Divagando por la Stiria austriaca. Ediciones Desnivel, Madrid. 2004. 150 páginas. ISBN: 84-96192-39-3


Cuando uno sale hacia lo desconocido en solitario, se expone a la aventura. Cuando sales con la familia, te expones a la tragedia.


 


Viaje por las ramasEl jueves 4 de marzo del 2004 se nombraba un ganador para el VI Premio Desnivel de Literatura de Montaña, Viajes y Aventura: Viaje por las ramas. Sí, un nombre poco común para un libro de viajes y en realidad el libro es una versión diferente de lo que es un libro de viajes, pues el autor reniega de este tipo de libros, aunque se dedica a criticarlos para un diario español.


Y si he puedo una de sus citas para comenzar es porque el autor viaja con su familia. Su intención no era hacer el gran viaje de descubrimiento, exploración y aventura. Era aprender y regresar diferente de ese viaje, con enseñanzas aprendidas y la propia mentalidad reforzada, aunque modificada.


El primer capítulo muestra lo que el autor es capaz de hacer con la escritura: tiene muy buen dominio del idioma que hace sentir al lector como un oyente de un conferencista nato. Ligero y con muy buen humor, narra lo que le ha pasado. Aunque… no es precisamente lo que le ha pasado —salvo ciertas ocasiones— sino lo que piensa que debe ser un viaje o, más precisamente, un libro de viaje.


Es curioso cómo un autor que no está de acuerdo con la literatura de viajes pueda escribir uno y ganar un premio de literatura de esa forma, lo mismo que dedicarse a hacer críticas literarias sobre este género literario. En realidad, me recordó a mi maestro de alemán, a quien no gustaba enseñar idiomas pero que precisamente por eso era un excelente maestro pues había encontrado la forma de hacer la enseñanza de ese idioma muy ligero y en poco tiempo. Así, el 25% lo usábamos en la gramática y el resto en establecer conversación… y aprendimos más que los otros grupos.


Por eso, el que el autor sea reacio, pero experto, en este tipo de viajes, no provoca un rechazo, sino la curiosidad para saber si encontró la forma de hablar de su viaje sin hablar de él. No es montañista, ni explorador, ni siquiera es un experto en viajar y apenas ha salido de España para ir a Austria. ¿Qué nos puede contar?


“La explotación turística es una maldición en general, pero la explotación de los lugares más vírgenes, inaccesibles y sagrados, es el peor de los pecados. Claro que este tema es muy sangrante…” (p. 79)










Sin embargo, el resultado es asombroso, literariamente hablando. Pero también en la exposición de sus puntos de vista como un ser humano común: tiene bien establecidos sus principios y, sobre todo, es un hombre de muy buen humor y ya sea hablando de los pantalones bávaros que roba o de cualquier asunto, uno corre el riesgo de soltar la carcajada en algunos pasajes inesperados, que a fin de cuentas lo mejor es reír cuando menos se lo espere uno.


Viaje por las ramas es literalmente eso: andar divagando sobre todo mientras se viaja. El resultado es breve y aprende con el autor que para la mayoría de la gente viajar es sólo una cosa:


Uno no se lo pasa bien porque esté viajando, porque esté en un escenario nuevo, exótico y desconocido. Uno disfruta, cuando viaja, porque no pega sello. No prepara la cafetera, no va a por el pan, no hace las camas, no pela patatas, no lava pescado, no prepara un fondo de paella, no friega los suelos no echa “pato WC” al retrete, no pone la mesa, no la quita, no coge el coche para llevar a los niños al colegio, no va a la oficina, no ve a su psicólogo, no saca a pasear al perro, no ojea el periódico, no recibe llamadas de teléfono, no llama a su buzón de Internet. ¡Nada! Es triste, pero sólo hay una manera de conseguir todo eso, y es irse de viaje. (p. 148)





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