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Montañismo y Exploración
Una Confraternidad y cómo no sufrirla
15 febrero 2007

El montañismo no se reduce a sólo el de los grandes logros, sino que tiene una base mucho más amplia. Una vez al año, mucha gente se reune para participar en una de las confraternidades que hay en México, como en otros países. Estas son observaciones tomadas en una de ellas, en el Nevado de Colima, en Jalisco. Su intención es ayudar a que los participantes gocen y no sufran esa actividad.







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Los días 2 al 4 de febrero se llevó a cabo la LIII Confraternidad Montañista de Occidente, organizada por la Asociación de Montañismo del Estado de Jalisco. El evento se desarrolló, como durante 53 años, en el Nevado de Colima (4,330 metros), que en realidad está en Jalisco. A diferencia de algunas otras confraternidades, ésta no tiene por objeto el llegar a la cima de una montaña y regresar por el mismo sitio, sino cruzar la montaña de un lado al otro, lo que hace que la logística del evento sea más complicada.


En lo personal, no me gustan las confraternidades porque guardo malos recuerdos de las primeras a las que fui, cuando comenzaba a ascender los volcanes nevados de México. Pero las confraternidades existen y se siguen llevando a cabo año tras año a pesar de que la participación en ellas haya disminuido considerablemente en porcentaje de montañistas activos.


Algunos de los veteranos se quejaban de que la “juventud de hoy” no tiene ganas de conocer la naturaleza, ni de aprender a usar la brújula, ni de convivir con los demás en las condiciones en que ellos sí lo han hecho durante tanto tiempo. Es posible que sea cierto, pero primero habría que ver cómo es una confraternidad desde dentro.


Nevado de Colima




LA CAMINATA


El primer día nos trasladamos en autobuses y luego en camiones hasta el lugar de acampada. La noche fue particularmente tranquila. El piso estaba recubierto de muchísimas hojas de pino y nadie extrañó su cama esa noche sino hasta las cinco de la mañana, hora en que un silbato comenzó a pitar varias veces llamando a todos a partir.


A diferentes tiempos, pero dentro de un horario razonable, todo mundo partimos y el último, el retaguardia, cerraba la caminata. La consigna era no rebasar al guía general ni quedarse detrás del retaguardia general. En una travesía como la que íbamos a hacer, es una norma de seguridad que se tiene que seguir para no perder gente y luego andarla buscando en la montaña. En ocasiones, se nos hacía pasar en medio de dos de los guías y con contador en mano hacían el recuento, que se iba transmitiendo vía radio.


Poco después del amanecer, comenzó a granizar. Fue el preludio de lo que sería un día bastante lluvioso. A la una de la tarde, el guía se detuvo en el lugar del campamento. La gran mayoría íbamos muy mojados. Casi nadie llevaba ropa seca para cambiarse y a muchos se les olvidó que llevar objetos colgados fuera de la mochila no los hacía impermeables. Alguien llevaba una bolsa de dormir de pluma de ganso pero sin cubierta. El resultado: inservible para pasar la noche.


Surgieron las fogatas, demasiadas. El único consuelo fue que toda era leña recogida del piso. Todos nos fuimos poniendo al alcance alrededor del fuego y algunos secaban su ropa húmeda, mojada o empapada. Pero demasiado fuego también quema. A alguien se le quemó una bota y la abandonó ahí. La convivencia quedó reducida al grupo que estaba alrededor. Algunos pocos convivían con los demás y pocos se quedaban solos. El tercer día, después de cuatro a seis horas de caminata, las piernas se detenían frente a las camionetas que habían ido a recibir a los montañistas.


Hasta aquí, lo poco que se puede narrar de un evento que se repite año con año. Evidentemente para cada quien es diferente. Debo resaltar que para alguien a quien no le gusta ir a la montaña en grandes grupos y que tiene malas experiencias en confraternidades anteriores, el ojo crítico no dejó de mirar hacia varios lados. Y lo que más se vio el último día es que había bastantes lastimados de la rodilla.


Esto no indicaba más que las diferencias en condición física y técnica de los participantes. Con el ánimo de hacer ver los errores más comunes de estas salidas, los analizaré poco a poco para que si alguien desea asistir, goce de esa salida sin temor a sufrirla.


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