Semana Santa en el desierto
15 mayo 2007
La lluvia había cambiado el color de la tierra de gris o pardo a verde. Lluvia en ese lugar semiárido es vida en abundancia. El viento traía las nubes desde el norte. Y en el desierto, descubrimos a la gente que vive en él. Estas son algunas de las vivencias adquiridas en un lugar que es más amigable de lo que se ve en las fotografías.
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Los cuatro platicamos y nos confundimos con las explicaciones que nos habían dado para llegar a la barranca de Tolantongo sin que fuera mucho rodeo. Pero tuvo una recompensa: nos metimos en un cañón con grandes paredes y corredores pequeños e incluso hicimos un pequeño rappel junto a una cascada, encontramos un lugar para poner el refugio y dormir.
Al siguiente día salimos del cañón pues seguían algunas caídas más grandes y no traíamos el suficiente equipo. Subimos a la loma movidos por los latigazos de las ramas de los arbustos y por los pinchazos de las espinas. Llevaba tiempo lloviendo y la vegetación se llenaba de hojas y flores, se hacía muy espesa y finalmente nos hizo bajar de a otro cañón que no llevaba con seguridad a la barranca. Al final, decidimos regresar porque queríamos evitar la entrada a la ciudad el domingo, con cientos de miles regresando a la ciudad después de Semana Santa.
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