En esta Semana Santa, algunas cuevas son utilizadas para continuar con tradiciones religiosas como lo es la cueva del Santuario del Niño Fidencio; cuando la visitamos a petición de los descendientes del niño Fidencio, pudimos constatar que la cueva está destruida en más de un 60%, la mitad de la cueva ha sido saqueada, utilizada para cultos religiosos, tiene derrumbes naturales y provocados, cuenta con basura, veladoras, fotografías escondidas en los más pequeños espacios de la cueva, cuenta con innumerables cruces; los cientos de seguidores del niño Fidencio asisten cada año a la cueva, donde se realizaban curaciones milagrosas, y aunque su acceso es difícil continúan asistiendo al mismo lugar.
O como en la cueva del Rosario, en Durango. Es una cueva turística, cuenta con escalinatas, accesos muy descuidados, puerta de metal, pero la gente ha encontrado la manera de ingresar y saquear, con permiso o no de los guías, así mismo las personas que la han visitado han tenido el tiempo suficiente para cortar estalagmitas con sierra, y estas piezas las encuentras en los lugares donde venden piedras del recuerdo.
Claro que las cuevas son un atractivo turístico, lleno de misticismo y de leyendas “todo o nada”, “de tesoros”, de aventuras fantásticas, de animales fantásticos...
Para concluir:
Me parece que iniciar el diálogo con las autoridades turísticas (conocer qué información requieren y cómo piensan utilizar dicha información) y participar en la clasificación de las cuevas, vendría siendo el primer paso.
Estoy de acuerdo en que las cuevas no son propiedad de la asociación, pero tampoco podemos poner la información en bandeja de plata a las autoridades.
Considero que es adecuado trabajar entre nosotros para buscar opciones en la conservación de los sistemas subterráneos.
Sin más, muchas gracias,
Mónica Ponce
Asociación Coahuilense de Espeleología, A.C.