Caminando por el arroyo
Montamos el campamento y continuamos caminando hacia las 2:30 de la tarde. Ahora sí íbamos verdaderamente cargados ya que tuvimos que echarnos a cuesta todo el cable, claro está, ayudados por nuestros guías. La caminata la hicimos siguiendo el curso del arroyo ya que resultaba más fácil por ahí que por la ladera de la barranca. Como tuvimos que cruzar el arroyo varias veces, al principio empezamos a brincar entre las piedras ?ara evitar metemos al agua, sin embargo las piedras estaban muy mojadas y algunos conatos de resbalón nos convencieron de caminar dentro del agua, además de que de todos modos ya veníamos bien mojados por la lluvia constante. Yo estaba encantado con tanta agua y con el rumor del arroyo.
Visiones de ensueño
La desescalada del salto, de alrededor de 30 metros, la efectuamos con gran precaución y más por lo cargado que íbamos, además que la piedra estaba muy resbalosa por lo mojado. Antes de bajar por esta rampa fue cuando tuvimos las primeras vistas de la Barranca de Candameña y la pared de El Gigante, con su mar de nubes de fondo y las cumbres de los cerros como islas. Estas visiones se me hicieron como de ensueño y rayaron en lo majestuoso cuando estuvimos al borde de la cascada. Se trataba de una visión tan imponente y serena a la vez. La barranca entre las nubes, la Peña de El Gigante como castillo de cuento, los perfiles de las barrancas laterales a Candameña resaltaban con la invasión de la niebla y remató esto con la gran cascada que se perdía en la densa niebla. Sin lugar a dudas ésta ha sido una de las visiones más hermosas que he tenido en mi vida.
La cascadita de Piedra Volada en toda su magnitud
Evaluaciones
Eran las 4 de la tarde cuando llegamos a la orilla de la cascada. Rápidamente me dirigí al sitio que ya desde antes había evaluado para el posible descenso, se encuentra a la derecha subiendo un poco sobre una inclinada arista rocosa. De esta arista se desprende una corta rampa algo inclinada y de ahí el vacío. Chava y yo colocamos un cable de 40 metros y descendí un poco con el fin de evaluar mejor el sitio y tomar una decisión sobre dónde colocaríamos el cable principal. Es importante mencionar que desde aquí únicamente se puede ver la cascada si uno desciende con el cable unos pocos metros. No hay un solo sitio o mirador donde se pueda apreciar desde la orilla la cascada. El mejor mirador para ver la cascada sin dificultad es el de Huajumar que está en la otra banda de la barranca, justo frente a nosotros.
Fue cuando descendí por la rampa para hacer la evaluación que pude ver por vez primera la cascada completa, con el chorro de agua en toda su longitud ya que antes, por la poca agua que llevaba, sólo la había visto incompleta. Fue una visión increíble ya que el salto se hundía cientos de metros abajo, totalmente en caída libre, perdiéndose en el mar de neblina. Hubo un momento en que la niebla bajó tanto que pude ver el fondo de la cascada, totalmente encañonado. La cascada caía sobre un cuerpo de agua, un pequeño lago y de ahí el arroyo de Piedra Volada continuaba descendiendo por entre la barranca. Pude apreciar que el descenso sería totalmente en caída libre y que no podríamos evitar el tocar parte de la cascada, su extremo final.
Originalmente pensaba que el descenso no sería en caída libre y que además podríamos evitar totalmente el chorro de agua. Tiré algunas piedras al vacío con el fin de medir el tiempo de caída, sin embargo nunca pude escuchar cuando chocaban en el fondo. Fue ahí cuando me di cuenta que esta caída es bastante mayor que la de Basaseáchic.
La roca que constituye la rampa de la que estaba colgado está muy podrida, es decir, es quebradiza por la intemperie, no ofrecía ninguna seguridad para los anclajes, ni siquiera instalando clavos, nuestra única opción para colocar los cables eran unos pocos encinas chaparros y táscates pequeños que había por ahí. Eran como las 6 de la tarde cuando terminé las evaluaciones, como ya era tarde no intentamos colocar los cables grandes, sólo los dejamos listos para instalarlos al día siguiente a primera hora e intentar un primer descenso.
Arreciaba la lluvia cuando regresamos al campamento. Una hora nos llevó el trayecto y ya sin la carga pesada lo disfrutamos ampliamente; árboles llenos de musgo de un color verde tierno muy intenso, hongos de muchos colores, abundaban las enredaderas con sus flores moradas, brotaderos de agua por todos lados. Todo me pareció tan bello y caí en la cuenta de que estaba enamorado del bosque. Llegamos empapados al campamento y rápidamente encendimos una fogata para secarnos y cenar. Durante la noche la lluvia se intensificó y el rumor del arroyo aumentó notablemente. Nos dimos cuenta de que el arroyo estaba creciendo.