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Montañismo y Exploración
En las montañas de la Sijoté-Alín
29 septiembre 2007

En los amplios espacios de Siberia, un teniente ruso se interna para hacer los primeros estudios geográficos de las montañas de Sijoté-Alín. Vladímir Arséniev se encuentra con obstáculos naturales pero, más que nada, con una fauna salvaje y una gente que tiene creencias muy arraigadas en la superstición.







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Vladímir Arséniev. En las montañas de la Sijoté-Alín. A través de la taiga de la Siberia oriental. Ediciones Península, 2007. 318 páginas. ISBN: 978-84-8307-790-0




Vladímir Arséniev es el autor de un libro que se hizo muy popular en su tiempo: Dersu Uzala, libro del que incluso se realizó una película de Akira Kurosawa en 1974. Pero este libro no trata de Dersu y su inagotable pericia como vagabundo de la estepa de Siberia, sino de un viaje que el propio Arséniev realizó con un grupo de compañeros por las montañas de Sijoté-Alín, también en Siberia.


En las montañas de la Sijoté-AlínLo primero que salta a la vista es que el libro fue escrito por alguien que vivió hace un siglo: la narración es más geográfica y descriptiva, como lo eran en su tiempo, pero a veces se vuelve tan tediosa que uno está por abandonar la lectura. Lo que le hace falta es un buen mapa donde se sitúen los ríos, montañas y lugares que menciona porque el lector simplemente se pierde, a menos que sea un apasionado de la geografía y se detenga continuamente a averiguar en dónde está cada sitio. En lo personal, nunca pude saber (solamente leyendo el libro) en dónde está la Sijoté-Alín ni los ríos que menciona y que para él fueron tan importantes.


Pero si se quitan estos detalles uno se encuentra con un explorador asombrado del mundo que visita: el encuentro con diferentes grupos de  Siberia hace que casi cada idea que le mencionan sea importante y uno va descubriendo poco a poco la magnitud de esa enorme zona donde los hombres se quedan completamente solos y sin ayuda de nadie, lejos de la civilización: “Nos quedamos solos y al instante nos sentimos apartados del resto del mundo habitado.” (p. 69)








Y es en ese mundo donde pierden su embarcación con todo incluido: víveres, ropa, dinero, armamento… todo, pues. Y en el inicio del otoño: “Todo el mundo comprendía la gravedad de la situación. El camino de vuelta estaba cortado. En el Gobilli no había ni barcas, ni personas. Sólo nos quedaba continuar adelante, sin ninguna esperanza de encontrar nada.” Y pocas líneas más adelante explica: “Es muy difícil explicar el hambre con palabras.” (p. 75-76)


Son rescatados por sus compañeros pero la expedición sigue y el lector va de la mano de todas las leyendas de quienes habitan Siberia: desde los hombres que vuelan hasta la evidencia palpable de que los tigres son los “perros” de Buin Adzani (el señor de los animales) y que no hay que matarlos o a uno le irá peor.


“No se debe disparar a un animal dormido. Primero hay que despertarlo con un grito y sólo luego puede utilizarse el arma. Esta ley la impone el tigre, que siempre lanza un rugido ensordecedor antes de atacar a su presa. El hombre que incumple esta norma nunca más vuelve a tener éxito en la caza e incluso puede sufrir algún daño.” (p. 311)


Era el tiempo en que los hombres tenían una relación más fuerte con los animales de lo que se tiene en la actualidad, sencillamente porque carecían de la superioridad tecnológica actual. Es impresionante leer que hace un siglo había aldeas completas que se sujetaban a los mandatos de los tigres y que les “cedían el paso” porque era la mejor manera de evitarlos, algo que ya se había leído en Dersu Uzala.


Vladímir ArsénievAunque también hay menciones al rayo esférico (“…tenía delante de mí un rayo esférico…” (p. 110) y a algún fenómeno con el sol que los lugareños llamaban “el sol con orejas” (p. 266-267), las descripciones de las costumbres e ideas de la gente son quizá lo más impresionante, con dioses y reglas que hay que obedecer pero que carecen de sentido si se ven con los ojos de alguien que vive en una gran ciudad. Pero estas costumbres están muy vinculadas a la fauna que le rodea y ésta,  a su vez, por el territorio que habitan. Por eso es una lástima que el libro no tenga un mapa. Es todo lo que le falta porque la narrativa de Arséniev es muy ligera.





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