Las reglas de oro
Con la lluvia de la tarde se efectuaron los últimos descensos por la ruta GEEC. Como a las 6 dimos por terminados los trabajos de ese día y preparamos una abundante discada a manera de comida-cena. La mayoría de los del GEEC venían acompañados por sus esposas e hijos, y tuvimos con ellos gratos momentos de convivencia. Abundaban los niños chicos, de entre 5 y 12 años, quienes aprenden con el ejemplo de sus padres a amar y respetar a la naturaleza en todas sus manifestaciones, desde no tirar basura, no contaminar, respetar todas las formas de vida, etcétera. De hecho, la filosofía del GEEC se resumen en sus tres reglas de amor a la naturaleza:
- Lo único que se deja son las huellas de los pies
- Lo único que se mata es el tiempo
- Lo único que se toma son fotografías
Descendiendo la cascada Basaseáchic
Ellos me han comentado que en varias ocasiones han llegado a sitios muy remotos que están intactos y que al parecer ellos fueron los primeros en acceder; cuando se van de estos sitios se llevan toda la basura procurando dejarlos igual que como los encontraron, limpios, intactos, de tal forma que si llegaran a visitarlos otras personas u otro grupo, sientan lo mismo que ellos: que nunca nadie había estado ahí.
Nada de pintar sus nombres en las rocas, tirar latas o envases de cervezas o sodas, pañales, bolsas de plástico, enterrar basura que no sea biodegradable o utilizar jabones naturales, son tantas las cosas que hacen para demostrarle su amor a esta tierra tan querida. Comenzando desde el momento que deciden recorrer su geografía y conocerla con su gente. Para mí fue un agradable ejemplo.
El 10 de julio, último día de nuestra estancia en el Parque, bajaríamos por la ruta GEEC varias personas. Antes de iniciar las maniobras recogí el cable de 40 metros de la ruta fotográfica y lo coloqué en la ruta GEEC con el fin de poder supervisar mejor algunos descensos y lograr mejores fotografías.
El nuevo nacimiento de El Casca
El primero en bajar fue José Luis Chávez, mejor conocido como El Casca. Sin embargo, a los pocos minutos que iniciara su descenso me gritó e inmediatamente bajé por el cable de 40 metros hasta donde se encontraba, que eran a unos 5 o 6 metros de la orilla. Cuando llegué junto a él vi que el cable presentaba un fuerte roce sobre la piedra que ya había roto el forro de protección y comenzaba a afectar el alma de la cuerda, el punto era sumamente peligroso.
Antes que iniciáramos las operaciones del día yo había revisado los primeros metros de cable precisamente para detectar algún posible roce; sin embargo, el que teníamos en ese momento no se podía apreciar desde arriba. Casca no había visto el roce sino hasta que a medio descenso había pasado por él, por lo que inmediatamente colocó un autoseguro arriba del roca e inició las maniobras para regresar.
Cuando los dos ascendimos y nos desconectamos de los cables, subimos la parte rozada y reanclamos. El roce se había producido por una discreta pero filosa saliente que casi no se apreciaba, además no se podía evitar, por lo cual colocamos una rozadera para posibles nuevas fricciones sobre la cuerda. Posteriormente Casca finalizó su descenso sin mayores problemas.