Emmanuel Cauchy. Doctor Vertical. 1001 rescates en montaña. Ediciones Desnivel, Madrid. 2006. 297 páginas. ISBN: 9788498290301
El rescate en montaña es una actividad maníaco depresiva. De una hora a otra, el contexto puede invertirse. Tras una historia con el final feliz, puede que vuelvas a sumirte inmediatamente en el horror.
El montañismo implica aventura, riesgo y compromiso. Pero también existe riesgo. Cuando las cosas se salen de control, acudimos a la gente que nos pueda ayudar. En el Mont Blanc está el servicio de rescate de Chamonix, uno de los más prestigiosos del mundo, con helicópteros que van y vienen todo el día para atender llamadas de urgencia que van desde una torcedura de tobillo hasta situaciones realmente graves. Su personal médico es de los mejores, su capacitación impecable… pero no siempre fue así.
Emmanuel Cauchy, doctor de emergencias en montaña, nos cuenta su historia como alpinista: aquella que va desde el haber naufragado el velero de sus padres y debido al cual decidió dedicarse al montañismo, hasta un año completo como médico al frente de las emergencias de montaña del hospital de Chamonix.
“Mucho han cambiado los tiempos. Hace quince años, en mis comienzos, los rescatadores eran más bien desagradables, huraños y poco habladores. No encadenaban 8b ni ligaban mucho con las chicas. Eran aún los tiempos del rescate a la antigua: se caminaba más y se pensaba menos. En todo caso, no nos hacíamos preguntas existenciales. Hoy en día, éstos son más bien unos fórmula 1. Algunos pertenecen a la categoría atleta de alto nivel. Muestran una forma excepcional, pero se rompen con facilidad. Los hay incluso que se las dan de Top Gun. En definitiva, ha habido cambios para mejor y para peor.” (p. 106-107)
Y han cambiado tanto en el aspecto físico como en la preparación técnica y médica porque antes, “En los rescates, lo mismo participaba un oftalmólogo que un psiquiatra, para quien la montaña ofrecía un marco incomparable para sumirse en reflexiones existenciales, que, como sabemos, suponen un gran alivio para los heridos politraumatizados. La presencia del México era simbólica, una especie de marca de calidad que se exhibía en las ceremonias.” (p. 32)
“…con los críos todo está en el contacto. La palabra es definitivamente cosa de adultos.” (p. 111) y Cauchy tiene el poder de la palabra para usarla en el libro, pues las páginas transcurren demasiado rápidamente, como si se fuera agua entre los dedos. Sabe armar una historia de forma no lineal y entremezclarla con situaciones cotidianas que suceden. El resultado es que al final de la anécdota, uno tiene mucha mayor información de lo que realmente pasó, sin haber tenido que pasar por la narración aburrida de un informe, sino como una plática coloquial, placentera, sabrosa.
Pero no deja cabos sueltos y de paso ilustra aspectos poco conocidos de las situaciones de urgencia:
“Extenuada y transida por el frío después de una invernal, había conseguido alcanzar la construcción cimera. Creyendo actuar correctamente, el personal del teleférico la había arrimado a la estufa para que entrara en calor. Unos minutos más tarde sufría una parada cardíaca, sin que nadie entendiera el porqué. Se tiende a pensar que el calor dilata los vasos sanguíneos, pero la realidad es que esto provoca una bajada tan repentina de la presión sanguínea que la bomba cardiaca puede llegar a desactivarse.” (p. 157)
Médico de profesión y montañista por afición, Emmanuel Cauchy hace una aportación única sobre el rescate de montaña. Una visión muy personal: sus vivencias, donde de paso menciona los problemas políticos a los que se ha enfrentado el hospital de Chamonix:
“Sorprende constatar hasta qué punto la puesta en marcha de un servicio como éste —el tratamiento médico de los rescates en montaña— puede depender de todo salvo de la iniciativa de las instituciones… “Demuéstrennos que sirven para algo y entonces veremos qué podemos hacer…” Es cierto que hasta que uno no está colgado del vacío con la cara ensangrentada gritando de dolor, no podrá saber qué utilidad puede tener un médico de rescate. Hasta que uno no se ha luxado el hombro o fracturado el fémur en una pista de esquí, no conocerá los beneficios de la morfina. Pero claro, no todo el mundo pasa sus vacaciones en la montaña, especialmente los que redactan los textos de base de nuestra organización sanitaria. En realidad, el tratamiento médico de los rescates en montaña nació del deseo de un pequeño grupo de individuos de trabajar en un contexto excitante, y no de una necesidad sanitaria o política.” (p. 194)
Un libro sumamente nutritivo y ligero, que muestra un aspecto del montañismo que no estamos acostumbrados a ver porque no quisiéramos que entrara en acción. Pero los rescatistas también tienen su punto de vista:
“La temporada de invierno toca a su fin. Todo el equipo está agotado. Las hordas de turistas nos han vapuleado. Como de costumbre, el servicio de urgencias se ha visto desbordado. Como siempre, nos decimos a nosotros mismos: “Nunca más, ésta ha sido la última vez. Cuelgo mi estetoscopio… ¡Menuda profesión de mierda!”. Como siempre, no quedaba ni una cama disponible en el hospital. Como siempre, hemos tenido que lidiar con personas demasiado apresuradas que no tenían casi nada pero querían ser atendidas las primeras. Habían venido a pasar unas vacaciones, no a romperse los morros. Nos hemos arruinado la salud y hemos pasado miedo. Y, como siempre, todo ha quedado atrás y nos olvidaremos del asunto hasta la temporada de verano.” (p. 134)
No es un manual de rescate pero se vislumbra lo difícil que fue crear y mantener (con huelgas, movimientos políticos y necesidades primarias) un grupo de rescate de montaña.