Jorge Salazar Gavia es un hombre de 45 años, jovial y tranquilo. Quizá la tranquilidad de haber pisado la cumbre de un ochomil, su primero: el Broad Peak. Y precisamente el año que se cumplía el cincuentenario de su primer ascenso por la expedición compuesta por Marcuz Schmuck, Fritz Wintersteller, Hermann Buhl y Kurt Diemberger. Desde entonces, su ruta de ascenso es la considerada normal.
El Broad Peak ha sido intentado en varias ocasiones por mexicanos pero sólo habían llegado a la cima dos: Carlos Carsolio e Iván Loredo. Jorge se convirtió en el tercer mexicano en lograr la cima.
Su historial en montañismo data de muchos años atrás, sin embargo, se retiró para convertirse en triatleta durante 13 años. Es en el 2001 cuando regresa al montañismo para dedicarse más de fondo a él y va por primera vez al Aconcagua y sube por la ruta de los Polacos. En el 2002 asciende el Elbruz, la montaña más alta de Europa, y hace un intento al Ushba. En el 2003 realiza su primera expedición al Himalaya: el Cho Oyu es su montaña y entre sus compañeros está Juanito Oiarzábal, pero el mal tiempo le hace llegar sólo hasta los 7,800 metros.
En el 2004 hace escaladas en varias partes y sigue preparándose y en el 2005 y 2006 va a Perú, donde escala el Huascarán por el Escudo, el Chopicalqui, el Pisco, el Tocllaraju, el Urus y el Ishinca. Y a principios del 2007 va por segunda vez al Aconcagua, pero el mal tiempo les impide llegar a la cumbre.
Con este historial, Jorge se engancha para ir por segunda vez al Himalaya, esta vez al Broad Peak, junto con Badía Bonilla y Mauricio López. Va, sin saberlo, a encontrarse entre algunos de los grandes del himalayismo actual: Gerlinde Kaltenbrunner, Silvio Mondinelli, Edurne Pasaban, Carlos Soria…
Y de entre todos, se reconoce porque él carga su propia tienda. Cuando tiene que subir del campo 2 al 3, lleva su tienda, su equipo, su comida. “No tuve suficiente dinero de los patrocinadores para pagar uno”, comenta. Y a la pregunta se qué haría si tuviera ese dinero, agrega: “Tampoco lo pagaría. Se pierde mucho del encanto de subir una montaña. No creo que sea lo mismo llegar al C3 y esté puesta la tienda y hecha la comida a que si llego y lo hago todo yo”.