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Montañismo y Exploración
¿Aventura contra exploración?… o justificación

¿Desde cuándo existe la aventura? ¿Los exploradores son aventureros? ¿La aventura es un fenómeno reciente? Al parecer, el término "aventura" está siendo usado con mucha más frecuencia que antes pero ¿puede desplazar a otros términos?







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Robert Sullivan hace una introducción al libro The greatest adventures of all time (p. 8-11) en donde intenta hacer una definición de la aventura. En él hace un rápido conteo de las grandes exploraciones (la migración del hombre de un lado a otro del planeta, la navegación de los vikingos hasta América del Norte, los viajes de Marco Polo, Colón, Cortés, Magallanes, Francis Drake, Henry Hudson e incluso el capitán James Cook, y se pregunta: “Pero ¿fueron aventureros sobre todo? Nosotros argüimos que no.”


“La cosa es esta: vivían en una época pasada, con lugares pos descubrir, tierras por ser exploradas o conquistadas. Los que pudieron haberse aventurado de otra manera, exploraron. Sí, en un papel un explorador puede parecer casi lo mismo que un aventurero. Comparten varios rasgos, intrepidez, estoicismo, fortaleza. Pero la razón de su empresa es fundamentalmente diferente y un aventurero es, por lo tanto, una bestia muy diferente.





“Un explorador tiene que ir porque su jefe se lo dijo. Un conquistador tiene que ir porque el poder es su moneda de cambio y una extensión del poder lo hace más rico. Un comerciante como Polo o Hudson tiene que ir porque el más grande tazón de oro está siempre al final del arco iris.


“¿Por qué tiene que ir un aventurero? (Y, oh, sí, un aventurero tiene que ir.) Qué motiva al aventurero?”


Su remate es: “Pon los motivos en la balanza y verás hacia dónde se dirige. Si lo hace hacia el dinero o el poder, el aventurero es un explorador. Si apunta hacia la aventura, el explorador es un aventurero. Este es el por qué el aventurarse es un fenómeno moderno y por qué los sujetos en este libro son héroes del siglo XX.”


Con sólo unas palabras, hizo de la aventura un concepto únicamente moderno y eliminó muchos siglos de historia. Eso no suena a un intento de definición de lo que es la aventura, sino a un intento de justificación del contenido del libro del cual es uno de los editores. Porque una cosa es decir “la más grande aventura de todos los tiempos” y otra muy diferente “la más grande aventura del siglo XX”.


Hacer una definición de lo que es la aventura o el aventurero no es fácil pues una aventura es más particular y un niño de 5 años como Jon Cruces puede vivir su gran aventura al subir el Naranjo de Bulnes mientras que la élite del montañismo buscar primeros ascensos en estilo alpino, invernal y solitario. ¿Es aventura? ¡Claro que lo es, para cada quién! Y, por supuesto, depende de la experiencia de la persona.


Pero si de lo que se trata es de conocer dónde está la marca más alta e ir tras ella para superarla, entonces a la aventura se suma el aporte del logro. Se es un explorador, se deja huella de lo que se hace, se traza un camino que será seguido por varios más durante bastante tiempo. Retomando los ejemplos de Sullivan: Marco Polo ciertamente debió haber tenido su dosis de aventura pero también marcó un camino que siguen actualmente bastantes personas en un viaje llamado “La ruta de Marco Polo”, donde cada quien tiene su dosis de aventura. Hernán Cortés viajó desde Veracruz hasta el centro de un imperio y lo conquistó. Fue la primera ciudad conquistada de América y, actualmente, la más poblada. El viaje se sigue haciendo: “La ruta de Cortés”.


Actualmente, el término “aventura” vende más que “exploración” y un libro debe venderse para que sea exitoso. Y si son las aventuras más grandes de todos los tiempos, por supuesto, que uno se inclina a buscar el ejemplo. El libro no es malo. Lo malo es que se justifica a sí mismo al plantear que “el aventurarse es un fenómeno moderno”.


Sullivan no necesitaba esa introducción para que su libro fuera leído (ni tampoco de la fotografía de portada, de la expedición estadounidense al Everest en 1963, de la que ni siquiera se hace mención) y tampoco necesitaba quitarle el término a Cortés, Pizarro, Colón y miles más.


A principios del siglo XX, B. Traven escribía a su editor, quien le pedía una breve autobiografía para incluirla en la parte posterior del libro y que se vendiese más, que el libro debería venderse por su contenido, no por las alabanzas que él mismo hiciera de su obra. Y aunque el mercado se llene de libros autojustificados, sigo creyendo que el mejor libro es aquel que se explica por sí mismo.





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