A pocas personas les habrá parecido poco relevante lo que Andrés Delgado y Alfonso de la Parra hicieran el pasado octubre en el Changabang. Para la mayoría desaparecieron y ya. Pero no para sus amigos. Y Héctor Ponce de León quiso hacer un homenaje a Andrés Delgado por su carrera deportiva. Así, la cita el pasado 16 de mayo en el auditorio “José García Cervantes” de la Confederación Deportiva Mexicana se vio lleno y con algunas personas sentadas en los pasillos o de pie en la puerta de entrada.
Tocaba el turno del homenaje a Andrés porque era Héctor quien lo había solicitado: que no se olvidara que hubo alguien de la talla de Andrés Delgado, que estuvo siempre “subiendo el listón” del montañismo mexicano.
Héctor Ponce de León, reconocido a nivel internacional y con varias expediciones al Himalaya, hizo un recuento de quién había sido Andrés en dos terrenos: en el plano de la montaña y en el aspecto puramente humano.
Era una persona extraordinaria, sobresaliente, que destaca, ya no digamos en el ámbito de la montaña sino en todos los ámbitos, sobre todo en estos tiempos en los que vivimos tanta indiferencia, en los que hay tanto el “ahí se va”, en hacer las cosas a medias, en no darlo todo, no comprometerse con lo que supuestamente es nuestra elección de vida. Un cuate que antes que nada, si algo lo definía, era su determinación, su perseverancia para hacer lo que se propusiera.
Andrés era alguien que tenía unos parámetros para definirse muy personales. Iban bastante más allá de los reconocimientos o la fama. Yo hice escaladas con Andrés que si las calificáramos desde fuera podrían parecer grandes logros dentro de lo deportivo. Sin embargo, para él, si no había dado todo, que si algo había salido por un poco de suerte, quedaba un poco inconforme. Sin embargo le vi a veces ascensos en que no lograba la cumbre o terminar la ruta pero le dejaban completamente satisfecho porque él sabía que había dado todo ahí. Yo creo que esa es la característica, la virtud más grande de Andrés.
Tenía muy claros sus objetivos y no sólo eso sino algo que hoy hace mucha falta: cómo vamos a alcanzar esos objetivo. Para Andrés era la cumbre no lo era todo. Importaba tanto o más importante cómo había llegado. Para él era necesario saber que se había contribuido (en el caso que se tratara de una expedición) o había hecho el esfuerzo y hecho lo necesario para conseguirlo, que se había ganado su lugar en la montaña.
Para él era muy importante tener una relación con otro ser humano a nivel muy profundo. Andrés marcó mi carrera como alpinista. Los ascensos más destacados que hice fueron con él. Creo que Andrés hubiera podido hacer con cualquier otra persona con mis capacidades lo que hicimos juntos. Pero no creo que hubiera sido lo mismo en el otro sentido. No creo haber podido subir con cualquier persona.
Si hiciéramos un recuento de los mejores escaladores mexicanos, creo que no hay uno solo con el que Andrés no hubiera hecho un proyecto.