“El vuelo trasatlántico de Amelia Earhart en 1932 fue un viaje iniciático. La piloto aficionada de veintidós años que había dicho que volar era “deporte”, se había convertido en una profesional de treinta y cuatro años obsesionada por esta actividad.” (p. 219)

Este vuelo la transformó y abandonó los vuelos pequeños o los retos menores a vuelos de grandes distancias. Cruzar Estados Unidos o llegar a ellos desde Hawaii, la convirtieron en un símbolo.

“En enero de 1935 se había convertido en la primera persona que había volado en solitario en Honolulú y California, en una y otra dirección. También era la primera persona que había cruzado el Atlántico dos veces por aire, la primera mujer que había hecho este viaje sola y la primera que había volado en autogiro, la primera que había cruzado el continente sin compañía, y la primera que lo había cruzado sin escalas. Para alcanzar lo desconocido, otra vez necesitaba dinero. A los pocos días de su vuelo sobre el Pacífico, ya estaba embarcada de nuevo en la búsqueda frenética del vil metal siguiendo el camino que, por supuesto, le marcaba su promotor, George Palmer Putnam.” (p. 303)

Y su vuelo final fue darle la vuelta al mundo, donde se extravió cerca de la isla Howland, en el Pacífico el 2 de julio.

Lo interesante de este libro es ver la capacidad inagotable de la escritora para encontrar hasta los comentarios de las personas que la vieron aterrizar y que consideraban un honor que las saludara por considerarla especial, sobre todo en una época en que John Steinbeck escribía Las uvas de la ira y B. Traven, La Rosa Blanca, en que escribe precisamente la caída de la bolsa un año antes de que se produjera. La época de la gran depresión:

“El 24 de octubre de 1929, “Martes Negro” para millones de estadounidenses que habían comprado acciones con un margen del 10 por ciento, el mercado se derrumbó en la peor caída de la historia de la Bolsa.” (p. 166)

Una época donde no había trabajo para millones de estadounidenses fue donde se desarrollaron los vuelos de Amelia, apoyada y dirigida por su promotor, George Palmer Putnam, quien después sería su esposo.

“Es posible que Amelia no se hubiera convertido en la aviadora más conocida del mundo de no ser por G.P., pero él la necesitaba tanto como ella a él. Ninguna otra mujer piloto tenía esa combinación necesaria de valor, inteligencia, apariencia y encanto. Ninguna otra estaba tan obsesionada como ella por demostrar al mundo que las mujeres eran iguales que los hombres, Y sin duda, ninguna otra aviadora tenia la paciencia y la autoestima necesarias para ser la esposa y socia comercial de Putnam.” (p. 333-334)

Pero además de la gran cantidad de información sobre Amelia, es curioso notar que prácticamente no se encuentra a una Amelia que no sea la de los récords, la que daba conferencias incansablemente para poderse pagar su próximo récord y la mujer que llegó a ser considerada como ella misma pese a su esposo, de quien se decía que era “el esposo de Amelia Earhart”.

“Estoy interesada en que las mujeres consigan la plena igualdad ante la ley… En la actualidad, las mujeres siguen siendo víctimas de una legislación clasista y restrictiva y de la interpretación conflictiva de los estatutos… Sus derechos deben pertenecerles por definición, es decir, por garantía constitucional.” (p. 348)

Amelia Earhart fue considerada por las aerolíneas “la agente más importante de América para la popularización de los vuelos comerciales”.

El libro de Doris Rich no sólo es una biografía de Amelia sino una estela a seguir para conocer un poco la historia de la aviación.