Loubens, completamente absorto en su misión y preocupado por la suerte de Maurel, no podÃa imaginar en aquel momento de espada de Damocles que estaba suspendida sobre su cabeza y el peligro que corrÃa.
Un gran fragmento de roca se desprende de improviso del margen del pozo, le cae encima y le precipita al suelo sin conocimiento, con el omóplato y varias costillas rotas�
Pasemos por alto el horrible calvario de las veintisiete horas que siguieron hasta que conseguimos ganar de nuevo la superficie con nuestros dos heridos.
Sólo en la mañana del tercer dÃa pudieron ingresar en una clÃnica; tres dÃas después de haber llegado a la Henne Morte llenos de optimismo, ahora vencidos y cruelmente castigados por la siniestra sima.
La mala suerte se habÃa encarnizado con nosotros en una etapa de la exploración que habÃa sido vencida ya anteriormente, en un punto que no comportaba especiales dificultades. Pero más valió que el doble accidente, por otra parte, se produjera allÃ, ya que si hubiera sobrevenido por ejemplo en la cota -345, en el fondo del gran pozo de agua de cien metros, probablemente no hubiéramos podido ser socorridos.
De todas formas, y en razón del curso de los acontecimientos (la ocupación alemana se iba extendiendo más y más), nuestras tentativas en la Henne Morte habÃan acabado y toda nueva aventura era ya imposible. El equipo mismo se habÃa dispersado.
Algunos de sus componentes habÃan pasado a España, para reunirse con las tropas de Argelia; otros habÃan sido deportados a Alemania.
En cuanto a Loubens, una vez curado de sus heridas, estuvo pasando la frontera incorporado a un maquis que operaba no lejos de la Henne Morte, en aquel mismo macizo de Arbas que él conocÃa mejor que nadie.
Yo fui a ParÃs., donde pronuncié una conferencia sobre la Henne Morte en la Sala Pleyel el mismo dÃa del bombardeo del barrio de La Chappel, que fue uno de los más serios que sufrió ParÃs en el curso de la guerra.
Al final de mi charla me expresé de la forma que me permito reproducir aquÃ:
Â?¿Volveremos a la Henne Morte? Muchas personas nos han hecho esta pregunta y nos la han hecho dispuestos a la aprobación, a la crÃtica, a la invectiva, según nuestra respuesta, nuestro punto de vista y temperamento.
Â?Para nosotros no ha sido nunca motivo de duda o, mejor, Maurel y Loubens habrÃan ya dado la respuesta, una hora apenas después del accidente, afirmando entre gemidos y en las peores circunstancias que volverÃan al asalto. Lo han declarado espontáneamente, sin fanfarronerÃa alguna, sino con el sentimiento de haber sido detenidos injustamente en el momento más importante de su empresa.
Â?Volverán a ella Â?proseguÃÂ?, porque el hombre es aventurero por naturaleza y porque ni un centÃmetro cuadrado de nuestro planeta puede permanecer desconocido para él. Ya sea en la cumbre de las más altas montañas, donde apenas puede respirar, pero que ha alcanzado, o en los hielos polares y en los desiertos ardientes, en los que apenas puede vivir, pero por los que ha pasado, o en el fondo de los grandes océanos y de los grandes abismos de la tierra que no han sido aún explorados y de los que no se sabe si se saldrá con vida.
�La exploración, continúa, pues, y se reemprenderá. Pero esta gran sima no entregará el secreto de su enorme profundidad más que a un equipo de espeleólogos aguerridos, especializados, mejor equipados que como lo estamos ahora, cuando no se puede encontrar nada: ni un metro de cuerda, ni un solo metro de tela de goma, ni pilas eléctricas. Pues serán necesarias muchas cuerdas y escalas, equipos individuales, impermeables, lámparas eléctricas sumergibles, un teléfono de campaña.
�Con estas precauciones, provistos de un material apropiado y con la experiencia que nos ha llevado ya a casi cuatrocientos metros de profundidad, la sima de la Henne Morte tendrá que entregarnos su secreto y será vencida.�
Norbert Casteret. Mi vida subterránea. Editorial Bruguera, Barcelona. 1962. Número de Registro: 5942/61. 384 página. El fragmento está tomado de las páginas 242-248.