Un ascenso al Rainier
11 septiembre 2006
El Monte Rainier, volcán sin actividad cercano al Santa Elena, es uno de los símbolos de la alta montaña en América. Aunque su altura sobre el nivel del mar es de 4,392 metros, tiene grandes desafíos técnicos.
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Después de cruzar más terreno en mixto, por fin nos encontramos en la cumbre, y de nuevo vino a mí la maravillosa sensación de satisfacción que se alcanza al cumplir un objetivo más. Entonces, desde lo más alto del Rainier, podía mirar atrás y comprender todo lo que me han dejado unos nuevos amigos, una nueva expedición, nuevas situaciones, y nuevos escenarios. Y aunque no soy capaz de saber con certeza en dónde me encontraré dentro de un año, sólo en la cumbre soy capaz de plantear claramente nuevos objetivos que requieran mayor dedicación, compromiso y trabajo.
El descenso fue lo esperado: el sol ya había calentado mucho la nieve, y el peligro de caídas era mayor. Me era muy difícil mantenerme en pie de cualquier forma. Rodolfo, Adrián y yo sólo queríamos bajar al refugio y descansar un poco, así que lo tomamos con calma y aumentamos las precauciones; el descenso es más peligroso que la subida.
Al llegar al último tramo del glaciar, teniendo ya a la vista el refugio, de nuevo escuchamos los estruendos del día anterior. Miramos hacia arriba y vimos una avalancha de rocas y nieve que venía hacia nosotros. Nos quedamos inmóviles. No sabíamos si debíamos correr o esperar a ver la trayectoria y entonces movernos pero estábamos unidos por la cuerda y habría que hacerlo juntos. Algunas rocas tenían quizá el tamaño de una mesa. El tiempo se hizo eterno hasta que el material se detuvo en una repisa antes de llegar al glaciar. Tuvimos mucha suerte.
Continuamos pero la nieve era ya demasiado blanda y yo no me podía mantener de pie, así que mejor me senté y me deslicé. Finalmente continué divirtiéndome, a la vez que me acerco a nuevos retos.
Agradezco el apoyo de mis patrocinadores Petrel y Límite X para la realización de esta expedición.
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