Finalmente, luego de cinco horas de trabajo, alcanzamos el Col, superando los últimos 300 metros. Eran las 12:30 y habíamos empleado diez horas para efectuar esa ascensión. Cuando yo llegué vi a Bonatti inmóvil, mirando hacia el lado opuesto del Col. Un abismo de 1,200 metros nos cerraba el paso. Ya todos reunidos sobre esta delgada cuchilla de hielo, observamos la pared sur del Torre.
Una sucesión de sobrependientes de hielo no nos permitían ver la parte final. A nuestras espaldas, una pared de hielo de 40 metros dominada por un respetable hongo, nos cerraba la vista hacia el cordón Adela, mientras que frente y detrás nuestro se abrían dos abismos. Nuestro campo de acción sobre el Col era, pues, muy pequeño.
Comprendimos en seguida que nuestra ruta debía sufrir una importante variante, muy expuesta a los cataclismos de los aludes, lo cual significaba cambiar toda la táctica de asalto y el empleo de una cantidad muy superior de material, además del abundantísimo que ya poseía la expedición.
Comimos entre todos una lata de conservas. No había agua y el sol golpeaba fuerte. Bonatti se ató alrededor de la cintura una soga de nylon de 120 metros y, tratando de establecer una ruta diagonal, atacó la empinada pared de una “espalda” del cerro. Mauri lo secundaba. Eggmann y yo, entretanto, empezamos a cavar una gruta en el hielo. Luego de cinco horas ellos estaban unos 140 metros más altos.
Cuando se acabó la soga, Bonatti descendió. Nos reunimos todos y nos sentamos sobre la nieve. “No vale la pena que te mates, Walter —le dije—. Ya sabemos cuál es el camino, y esto es lo que nos interesa. Haremos bien nuestros planes”.
Satisfechos ahora, comimos una tableta de chocolate y emprendimos el descenso. Dejamos atrás, sobre nuestras cabezas, el Col del Adela. Decidimos bautizarlo col de la Esperanza, pues, dentro de unos meses, comenzará allá mismo nuestra nueva aventura.
Tomado de Club Andino Esquel. Memoria 1952-2002. Chubut, Argentina. 2003. 220 páginas. s/ISBN. Páginas 159-161. A su vez está tomado de la Revista Mundo Argentino, Número 2480, del 10 de septiembre de 1958.