Primer ascenso invernal al monte Pissis
31 octubre 2006
El Monte Pissis, en Argentina, es el segundo volcán más alto del planeta con sus 6,882 metros pero su cima ha sido accedida pocas veces por la dificultad de acercarse a él. Guillermo Glass narra el primer ascenso invernal a esta gran montaña, además por una ruta nueva.
|
|
|
14.09.2006
El Pissis está totalmente cubierto de nubes. El avance se ve cada vez más envuelto en una furiosa tormenta. El viento sopla cruzado y nos golpea con la nieve que levanta. En momentos es difícil comunicarnos entre nosotros y la visibilidad se resume a un par de metros. La cámara expuesta a semejantes condiciones se tomará revancha. Establecemos el C5 en medio de la tormenta. Rolando construye un muro con bloques de nieve para proteger la carpa del furioso eolo. Algo caliente dentro de nuestro pequeño receptáculo, junto a los “chocolates de Braese” y “las galletitas de Vreni” (que son una constante en nuestro día a día), nos recupera plenamente. Intentamos convencer a la cámara de video de lo mismo, pero no da señales de vida.
Etapa de 5.8 kilómetros en línea recta. Desnivel: menos 7 metros.
15.09.2006
Ni bien abrimos los ojos nos miramos entre los tres y, en simultáneo, la cámara de video. ¿Vivirá? Sacamos las baterías que duermen junto a nosotros dentro de la bolsa de dormir y cruzamos los dedos. La prendemos y... ¡reacciona! El día vuelve a iluminarse. También sale el sol y el cielo se despeja. Avanzamos y llegamos al cambio de pendiente en la ladera de la montaña. Vemos un lugar para ubicar el campamento algunos cientos de metros más arriba. El C6 es perfecto. Dos grandes piedras nos protegen del viento y desde el ábside vemos la ruta que haremos al día siguiente. El clima parece habernos dado una tregua. El cielo está despejado pero el frío es considerable.
Etapa de 4.8 kilómetros en línea recta. Desnivel subida: 679 metros.
16.09.2006
Mucho frío. Salimos de la carpa a las 6:00 horas. Ha llegado el momento. Nos ponemos los grampones, prendemos las frontales y comenzamos a avanzar por las lenguas de los neveros en los que dibujamos nuestra línea de ascenso. Darío a la cabeza, Rolando a la retaguardia. El sol no aparece. Al ser la cara oeste, tarda varias horas en asomar.
Ascendemos con una sucesión de interminables zigzagues. El frío es tremendo, por debajo de los -30° C. Lentamente comienza a aclarar y detrás nuestro, el horizonte, se ilumina. El cielo está inmaculado y va desde un celeste profundo hasta un naranja intenso. Seguimos avanzando lentamente, moviendo los dedos de los pies que cada vez se sienten menos. El col al que apuntamos se acerca en cámara lenta. Se termina la nieve y nos sacamos los grampones. Finalmente el col es un hermoso escenario que nos permite ver otro col más adelante.
El frío y el viento se hacen insoportables. Se siente la pérdida de sensibilidad en los dedos, que ya se mueven en bloque. Decidimos parar al reparo de unas piedras. Comemos algo. Tomamos impulso y salimos nuevamente al ruedo. Ya se ve la cumbre. Apenas una hora y media nos separan. La motivación crece a cada paso.
Páginas: 1 2 3 4 5 6 7