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Montañismo y Exploración
MENTIRA O VERDAD: ¿POR QUÉ MENTIR EN UN LOGRO DE AVENTURA?
10 abril 2006

La pregunta fundamental es la más simple: ¿por qué? ¿Qué condujo a esos hombres







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Todos los hombres que perpetraron fraudes de aventura deseaban, hasta exponerse a la muerte, ser los autores de aquellos logros genuinos. El caso clásico es el de Peary, con siete exploraciones árticas en su haber, que perdió los dedos de los pies por congelaciones y que a la edad de cincuenta y un años se dio cuenta de que el objetivo de toda su vida escapaba, ay, de su alcance sólo por muy poquito. Muchos aventureros han sufrido esta frustración con elegancia y honradez: Eric Shipton en el Everest, Ernst Schackleton cerca del Polo Sur, Belmore Browne en el McKinley. Pero cuando el Polo Norte, la regata en solitario alrededor del mundo y la ascensión del Cerro Torre comenzaron a vislumbrarse como imposibles, Robert Peary, Donald Crowhurst y Cesare Maestri se agarraron a lo que ellos debió parecerles su última tabla de salvación: la pretensión de haber logrado en realidad esa gesta.

El Doctor Frederick Cook, quien dijo haber alcanzado la cima del Monte McKinley y posteriormente el Polo Norte. Ninguna afirmación fue cierta.

De este modo, los fraudes en aventura tienden a estar pobremente planeados. Son improvisaciones desesperadas frente al inminente fracaso� Sólo cuando reconocieron que la meta les resultaba inalcanzable, se sacaron de la manda los daros que más les convenían para sustentar sus engaños y se la adjudicaron indebidamente�

Los fraudes de aventura no se llevan a cabo en plan jocoso. El tipo de jeu d�esprit que incorporaba al Hombre de Piltdown se encuentra ausente por completo en las maquinaciones de Hennepin o Peary. No hay atisbo de travesura o de gastar una broma al mundo. La conspiración solitaria es un intento desagradablemente grave de engañar al mundo entero. Ni siquiera tienen los indicios de ser misantrópicamente satíricos, como uno encuentra, por ejemplo, en el engaño del almanaque de Isaac Bickerstaff.

Y el intento se vuelve inevitablemente solitario. Por pura necesidad fue por lo que Cook intentó meter a Edgard Barril en su ficticia escalada al MacKinley, como hicieron Byrd con su copiloto Floyd Bennett y Peary con Mathew Henson y sus esquimales.

Hay otra cosa que está por ver y que siempre lo estará. Durante todo el tiempo que pasé investigando y escribiendo este libro, hubo dos cuestiones que me quitaron el sueño. La primera: ¿Qué ocurriría si todo el mundo estuviera equivocado y Frederick Cook, de la manera que fuera y a pesar de la evidencia, hubiera subido al McKinley? Pero la duda más maliciosa es la imagen espejo de la anterior. ¿Quién en la historia (y debe haber habido alguien) se ha salid con la suya tras cometer un fraude de aventura? ¿Qué embustes han funcionado a la perfección y engañado a todo el mundo?



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