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Montañismo y Exploración
MENTIRA O VERDAD: ¿POR QUÉ MENTIR EN UN LOGRO DE AVENTURA?
10 abril 2006

La pregunta fundamental es la más simple: ¿por qué? ¿Qué condujo a esos hombres







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La idea de este libro me surgió al escribir otro. Hace unos tres años el Sierra Club me encargó que escribiera una novela corta. Las únicas directrices: que estuviera relacionado con el montañismo. Desde hace mucho, en el mundo de la escalada se dice que aunque hay muchas narraciones de expediciones clásicas y libros de memorias de alpinistas, aún está por escribir una decente novela de montaña. Yo creía conocer uno de los motivos. La escalada puede poseer un dramatismo muy intenso, pero, curiosamente, carece de problemas morales interesantes.

Grandes engaños de la exploraciónEl aspecto moral más fuerte del alpinismo �tal vez el único� es la confianza. Pocos actos hay en la vida que reflejan una mayor entrega a otra persona que atarse a la misma cuerda que ella. Y la antítesis de la confianza es la traición.

Absorto en esas verdades tan obvias, se me ocurrió de pronto la idea de que podría ser interesante escribir sobre un hombre que fingiera haber hecho una escalada. Yo conocía las historias de Frederik Cook en el McKinley y de Cesare Maestri en el Cerro Torre, pero me di cuenta que no sabía mucho sobre Cook ni Maestri como personas. Era obvio que la manera más interesante de escribir mi novela corta sería desde el punto de vista del hombre que perpetra el engaño.

Dos interrogantes parecían fundamentales. Una de ellas sería: ¿qué movería a un hombre a cometer un fraude? ¿Se trataría de un acto impulsivo o cuidadosamente premeditado? ¿Qué clase de hombre lo haría? ¿Se trató tal vez de autoengaño? La otra gran interrogante podría formularse con preguntas del siguiente tipo: ¿cómo sería vivir con el engaño una vez que los escépticos comenzaran a señalar con el dedo?, o ¿qué efecto tendría sobre el resto de la vida de esa persona?

Sabía que debería investigar. Comencé con Cook y Maestri, y el hilo me llevó a otros aventureros, no necesariamente alpinistas, que intentaron echar un velo sobre los ojos del mundo. Lo que yo buscaba era un personaje completo, similar en cierto modo a aquéllos para quienes los expertos en secuestros de aviones han desarrollado un perfil de comportamiento con el que filtrar criminales potenciales cuando pasan por los arcos de seguridad de un aeropuerto. Casi de golpe recogí algunas similitudes destacables, como la frecuencia con la que los embusteros parecen haber perdido a un progenitor en su juventud. (En el epílogo de este libro trato brevemente sobre el tipo complejo que intenta engañar con una hazaña de aventura o exploración).

La investigación resultó a la vez fascinante y perturbadora. Siempre me había tenido a mí mismo por alguien incapacitado para fingir nada, y nunca fui consciente de haber padecido la más ligera compulsión de falsear en modo alguno mis escaladas. Comencé y finalicé mis investigaciones con la convicción de que el tipo de personas que andaba buscando eran desagradables, vanidosas y obsesivas. Pero cuando comencé a escribir mi novela desde los ojos de Víctor Koch �nombre que inventé jugando con los de Cook y Maestri�, es cuando comencé a ver de verdad el mundo con él. Descubrí por qué, tras dejar caer la mentira que da origen al fraude, resultaba preferible insistir en la historia que uno se había inventado (y hacerlo de manera machacona y violenta ante los detractores) a confesar la verdad. Descubrí el oscuro placer de dividir el mundo en dos campos mutuamente hostiles: auténticos aliados y villanos traidores, con el ego como punto de apoyo de esa palanca. Pude saborear, como si fuera propia, la destrucción de la vida de Víctor, que el engaño convirtió en inevitable.

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