La idea de este libro me surgió al escribir otro. Hace unos tres años el Sierra Club me encargó que escribiera una novela corta. Las únicas directrices: que estuviera relacionado con el montañismo. Desde hace mucho, en el mundo de la escalada se dice que aunque hay muchas narraciones de expediciones clásicas y libros de memorias de alpinistas, aún está por escribir una decente novela de montaña. Yo creÃa conocer uno de los motivos. La escalada puede poseer un dramatismo muy intenso, pero, curiosamente, carece de problemas morales interesantes.
El aspecto moral más fuerte del alpinismo Â?tal vez el únicoÂ? es la confianza. Pocos actos hay en la vida que reflejan una mayor entrega a otra persona que atarse a la misma cuerda que ella. Y la antÃtesis de la confianza es la traición.
Absorto en esas verdades tan obvias, se me ocurrió de pronto la idea de que podrÃa ser interesante escribir sobre un hombre que fingiera haber hecho una escalada. Yo conocÃa las historias de Frederik Cook en el McKinley y de Cesare Maestri en el Cerro Torre, pero me di cuenta que no sabÃa mucho sobre Cook ni Maestri como personas. Era obvio que la manera más interesante de escribir mi novela corta serÃa desde el punto de vista del hombre que perpetra el engaño.
Dos interrogantes parecÃan fundamentales. Una de ellas serÃa: ¿qué moverÃa a un hombre a cometer un fraude? ¿Se tratarÃa de un acto impulsivo o cuidadosamente premeditado? ¿Qué clase de hombre lo harÃa? ¿Se trató tal vez de autoengaño? La otra gran interrogante podrÃa formularse con preguntas del siguiente tipo: ¿cómo serÃa vivir con el engaño una vez que los escépticos comenzaran a señalar con el dedo?, o ¿qué efecto tendrÃa sobre el resto de la vida de esa persona?
SabÃa que deberÃa investigar. Comencé con Cook y Maestri, y el hilo me llevó a otros aventureros, no necesariamente alpinistas, que intentaron echar un velo sobre los ojos del mundo. Lo que yo buscaba era un personaje completo, similar en cierto modo a aquéllos para quienes los expertos en secuestros de aviones han desarrollado un perfil de comportamiento con el que filtrar criminales potenciales cuando pasan por los arcos de seguridad de un aeropuerto. Casi de golpe recogà algunas similitudes destacables, como la frecuencia con la que los embusteros parecen haber perdido a un progenitor en su juventud. (En el epÃlogo de este libro trato brevemente sobre el tipo complejo que intenta engañar con una hazaña de aventura o exploración).
La investigación resultó a la vez fascinante y perturbadora. Siempre me habÃa tenido a mà mismo por alguien incapacitado para fingir nada, y nunca fui consciente de haber padecido la más ligera compulsión de falsear en modo alguno mis escaladas. Comencé y finalicé mis investigaciones con la convicción de que el tipo de personas que andaba buscando eran desagradables, vanidosas y obsesivas. Pero cuando comencé a escribir mi novela desde los ojos de VÃctor Koch Â?nombre que inventé jugando con los de Cook y MaestriÂ?, es cuando comencé a ver de verdad el mundo con él. Descubrà por qué, tras dejar caer la mentira que da origen al fraude, resultaba preferible insistir en la historia que uno se habÃa inventado (y hacerlo de manera machacona y violenta ante los detractores) a confesar la verdad. Descubrà el oscuro placer de dividir el mundo en dos campos mutuamente hostiles: auténticos aliados y villanos traidores, con el ego como punto de apoyo de esa palanca. Pude saborear, como si fuera propia, la destrucción de la vida de VÃctor, que el engaño convirtió en inevitable.
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