Al principio, nadie sabía si era alemán o gringo, pero terminó siendo un brasileño. Un brasileño que navego toda la Laguna de Tamiahua. “Venía de allá arriba, del norte, creo que de los Estados Unidos o Canadá. Iba a su tierra en Brasil.” Y navegaba una embarcación que hasta la fecha no he podido comprender. Al parecer estaba impulsada por ruedas que se movían con las piernas, a manera de bicicleta. Pero lo más desconcertante es que tenía un aditamento que podía hacer que saliera a tierra y poder seguir pedaleando. Simplemente tenía que verlo funcionar. Dicen que le hicieron una entrevista en Tampico y otra en Veracruz y que la mayoría lo conoció por televisión.
El caso es que a cualquier lado que llego todos me preguntan si sé de él o que si voy a acompañarlo, como si alcanzarlo en kayak, fuera así de fácil. “Pero si su cayuco es muy livianito, Enseguida lo alcanza.” Claro, es liviano en comparación con las lanchas que usan para motor o para bogar sobre el lodo, pero de ninguna manera es fácil adquirir velocidad con el viento en contra.
Porque todos los días he tenido viento en contra. Cosas del tiempo. Y seguirá igual. Me pregunto si no habré errado en comenzar en Tampico para terminar en Veracruz. En sentido inverso, el viento soplaría generalmente a mi favor y avanzaría más distancia o más rápido.
Tamiahua. La laguna más grande del estado de Veracruz y pareciera que más que la Laguna Madre, en Tamaulipas. Pero es más bien efecto de los vientos, que me han hecho avanzar poco.
Estoy hablando en singular porque esta vez vengo solo. Fue una decisión personal. “Mares de México” debía seguir aunque tuviera que venir solo. El año pasado solicité el apoyo a la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada y en la fecha fijada, (con un retraso de dos semanas) estábamos ya en Tampico).
Alfredo, el presidente de la Federación, no podía creer que me iba a dejar navegar solo. Yo no podía creer que me iba a dejar ir solo. Así las cosas, sin que ni uno ni el otro lo creyéramos posible, nos separamos el 1 de mayo a las 16:00 horas. Las cuatro de la tarde y yo apenas me ponía en marcha. Debía buscar el canal del Chijol, por el cual habría de pasar desde el Río Pánuco hasta la Laguna de Tamiahua, que me llevaría hasta la desembocadura del río Tuxpan.
La primera noche fue solitaria. Navegando por el canal había preguntado a un hombre que nadaba en el río, empeñado en jalar a como diera lugar a una vaca que tenía cinco días muerta y que no habían podido sacar de lo atascada que estaba. Ahora que ya flotaba por lo hinchada, podía jalarla de un yugo flotante que le había puesto. Me contestó que ya me había pasado, que debía regresar y tomar el otro canal. Ahí voy… terminé en la Laguna El Mango. Y de regreso. Eso me hizo perder mucho tiempo.
Cuando alcancé de nuevo al hombre, no sólo me dijo que no me había explicado bien, sino que además, me pedía que lo llevara arrastrando a él con todo y vaca muerta al otro lado de la ribera.
Pronto se hizo evidente que no llegaría a ninguna parte, al menos de noche, y en ese canal tan estrecho era peligroso navegar de noche. Me detuve donde habían unas cuantas lanchas y un camino que iría hacia algún lado, quizá al caserío de donde eran los propietarios. Para mí el día terminaba durmiendo ahí, rodeado de cantos de aves y el ruido lejano del mar. El mar…