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Montañismo y Exploración
Emilio Carranza

Sé dónde está la rompiente. “Siempre rompen en el mismo sitio”, me había dicho Andrés Sierra, y era cierto. Todos los días me ponía a estudiar las olas y la rompiente era siempre en el mismo sitio, aunque no a la misma frecuencia.







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El lunes por la mañana llovió en Veracruz. Fue un síntoma de mal tiempo en plena mitad de mayo. Hoy, martes, estoy a cuatro kilómetros de la costa. Demasiado lejos para las condiciones del mar. Las olas vienen desde el norte y pese a la velocidad a la que voy, siento el viento en la espalda, empujando. La popa del kayak se hunde y es entonces cuando siento el empujón: estoy surfeando y cuando eso pasa, adquiero gran velocidad entre el estruendo de la ola que rompe a ambos lados míos.

Olas. Olas grandes como dunas, pero con una gran fuerza capaz de derrumbar muros. Si tuviera una cámara de video, podría hacer tomas, pero con este viento no me puedo dar el lujo ni de soltar el remo. Ya dos veces estuvo a punto de arrancármelo de las manos y un kayak sin remo es simplemente una embarcación naufragada.




Norte en Nautla

Hoy amaneció despejado y con un viento suave del norte. La marejada de la orilla había bajado su fuerza y podría salir, aunque con esfuerzo. El viento. Parece regir todo este territorio. La gente sabe bien de qué lado viene el viento y cuál es el peor de todos, pero a todos, cuando están fuertes, les temen. Pero aún así, los restaurantes de la playa de Nautla están prácticamente sobre la línea de oleaje. El año pasado, con tantas lluvias, vino una marejada que borró por completo el malecón que pusieron, con todo y restaurantes.


Pero no se dieron por vencidos. Hoy, el malecón está de nuevo ahí, con una carretera recién inaugurada para ir, a mil quinientos metros, a Nautla, ese pueblito encantador donde los muchachos se dan cita en la nevería de los videojuegos para bailar en ese juego de habilidad psicomotriz que deja perplejo al visitante.


Lo que quedó del malecón antiguo se ve ya en la zona de oleaje. Fueron muchos metros los comidos a la tierra. Los restaurantes tienen un punto blanco en la mitad: es el límite a partir del cual comienzan los 20 metros de zona federal. Pero aún así: ahí están.


Es tiempo de volver a la playa. Mientras más tiempo pase, el oleaje se volverá más fuerte. Aunque el viento se mantenga en fuerza, el tiempo que ha estado ejerciendo en el mar y la distancia sobre la cual ha actuado, harán que el oleaje crezca. No tengo ningún deseo de verme de nuevo atrapado en el oleaje como en Tamaulipas. Además, hace un poco de frío.


“Llegar a Lechuguillas es fácil. Hay un montón de restaurantes pero la playa es rocosa”, me había dicho el hombre de Nautla. Un pescador que sufrió un accidente hace un par de años y ya no sale al mar ni puede trabajar. Pero sabe del tiempo como pocos y es que hubo un tiempo en que salía a pescar y se dormía donde le agarraba la noche. Así de sencillo. ¿Cómo no saber del tiempo?


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