Fue en aquel entonces , en 1952, cuando vi por primera vez la fantástica montaña. Y cuando la vi nació, sin que yo lo supiera, la idea de darle el asalto. Una idea descabellada que tardó seis años en cobrar forma.
Entre todas las montañas del mundo, el Cerro Torre es, sin duda, uno de los más hermosos fenómenos geológicos. Es un inmenso obelisco de granito, de 3,128 metros de altura, delgado y elegante, que parece casi perderse en el cielo. Sus verticales paredes parecen defenderlo de toda posibilidad de ataque. La montaña, cual si fuera una explosión de la Naturaleza, parece lanzarse hacia lo alto. Domina imponente el valle homónimo, emerge de las nubes que hierven a su alrededor o se esconde por días y días tras una impenetrable cortina que sólo deja ver sus contrafuertes. Es una montaña embrujada, encerrada en su propio mundo, semiescondida por el Fitz Roy.
Fue descubierta en 1782 por Antonio Viedma, pero por mucho tiempo fue confundida con el Fitz Roy, hasta que la Comisión de Límites argentinochilena le dio el nombre en los primeros años de este siglo, obteniéndose su exacta ubicación geográfica en los mapas gracias a la expedición alemana de 1916 (Koelliker), que por primera vez penetró entre los hielos eternos de la cordillera que hoy llamamos hielo continental.
Por muchos años el Torre no constituyó más que una hermosa visión de la cordillera austral. Fue muchas veces fotografiado y su imagen apareció esporádicamente en algunas publicaciones. Sin embargo, sólo después de 1930 la montaña comenzó a adquirir cierto renombre. Su silueta tan característica y extraordinaria comenzó a abrirse camino en el mundo alpinístico internacional.
En 1936, cuando una expedición italiana guiada por el conde Bonacossa se acercó al Fitz Roy para intentar su escalamiento, el Torre salió por primera vez de la cortina del anonimato. En Italia y en toda Europa la imponencia de sus paredes, juzgadas invencibles, dió inmediatamente lugar a los más admirados comentarios del mundo alpinístico. Y en los años suucesivos su fama fué cobrando fuerza y el cerro Torre se transformó en una montaña "tabú". Su historia parecía tejerse de admiración y deseos, excluyendo toda posibilidad de una tentativa de asalto.
Pero esa historia debía sufrir un vuelco, pues desde el primer momento en que vi esa montaña pensé en la posibilidad de su escalamiento. Bien lejos estaba, entonces, de pensar que justamente yo debía hacerme cargo —años más tarde— de organizar la primera expedición que lanzara un ataque efectivo a esas paredes juzgadas inviolables.