La Nariz, El Capitán
16 agosto 2005
Estaba volando a 300 metros de altura suspendido de una cuerda que, ante la inmensidad del Capitán, es sólo un hilo: una sensación inexplicable. Cuando al fin alcancé el sistema de grietas tenía que escalar diez metros sin protección sobre una grieta de palmas y dedos. Definitivamente la mejor escalada de mi vida.
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CUMBREEl último día en la pared comenzamos un poco más tarde de lo normal. Adrián comenzó el día punteando
Changing Corners. Yo fui el tercero en ese largo y fue el único momento en toda la ruta en que sentí miedo. Al empezar a ascender por la cuerda, quedé completamente despegado de la pared. Estaba en el vacío a 800 metros de altura. Miré hacia arriba y la cuerda estaba pasando por un filo capaz de cortar la cuerda: no me habían dejado ninguna protección direccional. El viento era tan fuerte que me moví a su antojo y daba vueltas. Cerré los ojos y seguí jumareando.
Topo de La Nariz, en El Capitán, Valle de Yosemite.
Después me tocó hacer un largo que pasa por una cueva. Fue una escalada muy divertida, con fisura para dedos y en desplome. Ahora sentía la cumbre muy cerca. Me tocó hacer el último largo: una escalera de bolts que llega a la cumbre. Hubo momentos de nerviosismo. Por primera vez en toda la ruta no escuchaba los gritos de mis compañeros. Ni ellos los míos. Armé el sistema y espere, no había nada más que pudiera hacer. Después de mucho tiempo Rodolfo llegó a la reunión, y más tarde Adrián.
En la cumbre, al mirar el horizonte, me pregunté: “¿Acaso eso es todo?” Claro que no. Desde la cumbre se ven a lo lejos nuevos objetivos y sólo el Capitán fue capaz de enseñarme el camino a ellos.
Mejor maestro no pude haber tenido.
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