Había repasado aquel momento en mi mente cientos de veces. Me veía cruzando el túnel Wawona y ante mi vista aparecía imponente, con sus 1080 metros verticales, el Capitán. No debería de haber sorpresas cuando sucediera realmente: conocía la imagen y me creía preparado para ella. a pesar de todo esto, cuando finalmente llegó crucé el túnel, quedé impresionado. La luz de la luna iluminaba la silueta y más allá se veía el resto del valle.
Era sin duda el lugar más hermoso que jamás había visto.
Cuando por primera vez escuché un relato sobre el legendario Valle de Yosemite y las míticas escaladas que en él han tenido lugar, quedé maravillado tanto, que me propuse realizar un viaje en verano para escalar el Capitán. El Capitán es considerado el mejor lugar para realizar escalada de gran pared; es además el monolito de granito más grande del mundo.
Durante meses me dediqué totalmente a prepararme para esa escalada. Quería ascenderlo por su ruta más clásica, La Nariz, porque fue la primera ruta abierta en el Capitán y su apertura marcó el inicio de una nueva era en la escalada: lo que antes se creía imposible, después de esa escalada ya no lo era. Conocía los topos de la ruta de memoria, había visto decenas de fotos y había pasado días enteros en interminables sesiones de entrenamiento.
Pero en realidad nada te prepara para la experiencia que se vive allá arriba, en el Capitán.
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El 11 de julio el grupo partió hacia Los Ángeles, California. Con 18 años, yo era el más joven del grupo, formado, además, por Adrián Farfán, Rodolfo Guerrero, José Luis Corona, Tania García y Ollin Langle. El 13 de julio llegamos al Valle de Yosemite y vimos esa mole en la oscuridad. Los paisajes eran impresionantes y la calidad de la escalada era, sin duda, excelente.
El plan era simple: ambientarnos durante dos días al tipo de roca del valle, después ascender el capitán por la East Butress y, al día siguiente, fijar los 4 primeros largos de La Nariz, para posteriormente iniciar el ataque final a la ruta. En el ataque final pasaríamos tres noches en la pared. Pero como muchas cosas en el valle, en papel las cosas son muy distintas a lo que realmente serían.
En el Campo 4 me di cuenta que pocas son las cordadas que están realmente preparadas para el Capitán, son relativamente pocos los que se aventuran en él, y más de la mitad fracasa al intentarlo. Percibí la magnitud de lo que haríamos. Los primeros dos días todo fue como estaba planeado. Me encantó el granito del valle. Su textura hace que la escalada pueda ser muy técnica.