Entrar en la selva es como abrir una puerta a un nuevo universo. Y entrar solos significa sentirse libres, se vigila y se está atentos con los cinco sentidos. Respirar por ejemplo el penetrante aroma del paso de un jaguar despierta sensaciones atávicas, la posibilidad de tropezarse con un gato grande, el cazador por excelencia de las selvas tropicales americanas, una divinidad para los mayas, silencioso, fuerte, ágil: cada murmullo, cada movimiento que se percibe llena de expectativa y de emoción. Si ver un jaguar en la selva es sólo una remota posibilidad, fotografiarlo es una hazaña aún más difícil.
Fotografiar en la selva cambia el esquema mental del fotógrafo. Hay una cantidad increíble de animales, pero prácticamente no se ven. La selva está allí, un ambiente sombreado, las copas de las viejas ceibas, caobas y cedros esconden el sol. En los bosques tropicales maduros es normalmente fácil caminar, la maleza deja casi libre el paso. Pero si el terreno es kárstico, como en la selva El Ocote, las cosas pueden cambiar y moverse sobre un terreno a veces escabroso puede ser lento y difícil.
Entrar solos en la selva, con las debidas precauciones, significa también poder desaparecer. Vestidos, guantes, sombrero y telas miméticas pueden esconder al fotógrafo y sus aparatos por algunos minutos. Cuando se piensa en trabajar en un mismo sitio por algún tiempo, se construye un escondite fijo, a veces usando troncos, ramas y hojas de palma. Se puede también usar un andamio o estructura metálica que puede irse acercando de a poco, durante un periodo de algunos días, a un punto determinado, para poder ir acostumbrando el sujeto que se fotografiará a la aparición de un nuevo elemento en el paisaje. Se lleva comida, líquidos y repelente para los insectos, y todo aquello que sea necesario para ser autosuficientes durante un día completo.
Luego hay que esperar, a veces días enteros, a que suceda algo. Se está frente de un árbol con fruta madura, poderoso aliciente para los pájaros, monos, mariposas e insectos o enfrente de un nido o al lado de una ranura causada por un árbol caído o cerca de un charco de agua, sobre todo en la época seca. Los terrenos kársticos filtran el agua lluviosa en el subsuelo por lo que son raros los ríos como el Río La Venta, inaccesible sin embargo para muchos mamíferos. Por ello, el agua disponible es en ciertos períodos del año extremadamente limitada, y se acumula por ejemplo en los antiguos depósitos de agua de los mayas, llamados chultunes, que atraen al tapir o al jaguar y son magníficos depósitos lugares de observación y de posibles fotografías.
Para hacer un trabajo fotográfico profesional en la selva se necesitan semanas, a veces meses. Saber cómo y dónde esconderse, conocer la biología, el comportamiento y la sensibilidad del sujeto que se quiere fotografiar, estar en el momento, en el lugar o con la luz adecuada. La luz de la selva en general es escasa, especialmente cuando la mayor parte de los animales están en actividad, temprano en la mañana o al atardecer.
Se usan películas sensibles de 200 a 400 ASA, teleobjetivos potentes y luminosos, como un 600 mm/f4 y el trípode es indispensable, mejor aún si es de cine o con la cabeza hidráulica si se quiere seguir algo en movimiento. Se necesita buscar la luz, Si se quiere un highlight en los ojos del mono gritón 15 metros encima de nosotros que se mueve cautelosamente entre las ramas de un chicozapote saboreando sus dulces frutas, quizá se necesita esperar a que un rayo de sol ilumine su cara negra o que dirija los ojos hacia arriba. Sólo así se puede capturar su mirada, su expresión.
Un pájaro en vuelo se puede capturar en película cuando llega o despega de su nido o de la rama favorita que se usa para reposarse. Si es un colibrí se le puede esperar durante su visita periódica a las flores y capturarlo mientras aletea en el aire nutriéndose del dulce néctar. Una serpiente cascabel por lo general se captura y luego se libera en el sitio justo con la luz justa. Después de haber pasado una noche en un saco de tela, en la mañana cuando su temperatura corpórea es aún baja, mientras reconquista su libertad y lentamente trata de reconocer lo que la rodea, se mueve con circunspección, analizando el aire con la lengua. Son momentos preciosos para capturar en la película. Las mariposas, por otro lado, vuelan aquí y allá mientras esté el sol, en una ranura, por ejemplo, o se juntan centenares de ellas al lado de un pozo de agua especialmente si adentro del mismo cayó alguna fruta madura. En la selva es difícil acercarse a estos pequeños animales sin asustarlos, por lo que un sistema que se puede emplear es el de no usar un objetivo macro, sino utilizar un teleobjetivo con un anillo de extensión para reducir la distancia mínima del punto de enfoque y al mismo tiempo no asustar al sujeto.