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Montañismo y Exploración
El primer ochomil de México a 25 años

El Kangchengjunga Oeste, conocido también como Yalung Kang, fue el primer ocho mil ascendido por mexicanos. A veinticinco años de distancia, ¿qué significa este ascenso para el montañismo nacional?







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El 4 de mayo de 1980, Hugo Saldaña Meneses llegaba a la cima del Yalung Kang (8,505 metros). Tras él iba Alfonso Medina Rubio. El sherpa Chong se había desencordado para bajar atestiguó que al menos vio a Hugo en la cima, el primer ocho mil alcanzado por mexicanos que, aunque no fuera una cima principal, está reconocida como una montaña aparte.


Hoy han pasado veinticinco años, un cuarto de siglo y cabe preguntarse qué ha sido de ese empuje que llevó a Hugo y a Alfonso a subir al Yalung Kang. Ciertamente era una historia de varias expediciones pero el recuento no tendría sentido y quedaría como una historia más de las muchas que platican los ancianos para recordar que alguna vez hicieron algo, que estuvieron vivos.


Mejor preguntarse qué ha sido del himalayismo en México pues si bien los integrantes de la expedición de 1980 no fueron los primeros mexicanos en ir al Himalaya (el primero fue Benjamín Casasola, al Dunagiri en 1976, donde muriera) sí fueron los primeros en conseguir la cima de la montaña, pese a los malos pronósticos que se emitían en su derredor. De cualquier forma, fueron pioneros y hay que reconocérselo. Por ello es mejor preguntar qué hubo después.


A ellos siguió la expedición “México-Polonia al K2”, en 1982, un esfuerzo conjunto de universitarios y polacos por una ruta nueva que siguió virgen hasta muchos años después. Después aparecieron Carlos Carsolio y Elsa Ávila. Él, el cuarto hombre y único americano hasta el momento en completar las catorce montañas más altas del mundo. Ella, la primera mexicana en subir al Everest, además del Shisha Pangma.


Hoy son ya varios los montañistas mexicanos que han ido o van regularmente al Himalaya. Las condiciones han cambiado, por supuesto. Ahora la mayoría van al Everest y casi no hacen trabajo de altura, que dejan a los sherpas; tienen equipo mucho más moderno y pasan menos frío, avanzan más rápido o comen mejor y, sobre todo, están constantemente comunicados con el mundo a través de Internet, algo que muchos expedicionarios acaban llamando “Infer-net” por los problemas que ocasiona.


Han sido diferentes mentalidades, distintas formas de abarcar la montaña. Pero a pesar de los logros, no se supera a los pioneros. Es como ver la fotografía que le hicieron en el campamento IV a Tenzing y Hillary en 1953 contra la que le hacen a dos montañistas en 1993, cuarenta años más tarde: vestimentas distintas, equipo más sofisticado. Mientras los de 1993 se ven agotados, Hillary y Tenzing se ven fuertes aún.


Era el estilo, lo que los hacía diferentes.





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