Es decir que la cosa funciona así: el primero que llega disfruta de la libertad de subir el cerro a su aire, pero como la lógica incuestionable del “asedio” lo impulsa a instalar enormes campamentos y kilómetros de cuerdas fijas, precisa de un ejército de yaks y porteadores. Para quien quiera subir estas montañas en estilo puramente alpino no hay lugar en sus rutas normales en las épocas más razonables. Son hermosos cerros cuyo interés ha sido menoscabado por el negocio de lo masivo.
Yo no soy un gran lector de temas de montaña, y creía que el estilo de las grandes expediciones de la década de 1950 había caducado en favor de ascensos de estilo más alpino. No es así. Una forma comercial de la gran expedición es lo que está en boga, y goza de una salud inmejorable dada la concepción de incuestionable que tiene a ojos de la enorme mayoría de los montañistas que van por allá.
Esto naturalmente facilita que mucha gente no preparada acceda a la montaña, con la ya conocida alta tasa de accidentes —los cuales también en muchas oportunidades alteran la experiencia propia—. Pero por otro lado no implica que la cantidad de gente que hace cumbre sea igualmente alto. Es decir que este estilo facilita que mucha gente ande por la montaña, no que mucha haga cumbre.
A modo de ejemplo, durante el tiempo que nosotros estuvimos en el Cho Oyu, había 200 montañistas en el cerro, y cuando nos fuimos sólo 13 habíamos hecho cumbre. La otra cara de la moneda son los “esponsoreados” : no pueden fallar, lo único que importa es la foto en la cumbre; casi no disfrutan y como “todo vale”, contribuyen en gran parte a la polución.
Yo, invitado a una expedición ya organizada, fui en parte víctima de este confortable estilo. En principio intenté sin éxito apostar un dinero que no tenía a que era posible subir una montaña como el Cho Oyu desde el vehículo sin apoyo alguno, quizás debiendo hacer un porteo al CBA. Luego, a decir verdad, tuve la posibilidad de mantener mi independencia y no contratar yaks ni porteadores, pasar de las cuerdas fijas (o en casos extremos utilizarlas sólo como seguro) y minimizar al máximo las idas y vueltas entre el C1 y el CBA, así como el tiempo de permanencia en ese campamento.
Sin embargo, dado que habíamos comprado toda la comida de base en conjunto y ellos habían contratado tal servicio, tuve que someterme al falso confort de la carpa cocina/comedor en el CBA. Éticamente no es ni mejor ni peor que un refugio, pero genera una serie de inconvenientes que, al menos desde mi punto de vista, daban al tema un balance negativo. No obstante, para ser justo, nada de esto era grave. Más molestaban los basurales, los despojos de cuerdas fijas, el robo de equipos y bienes, el negocio omnipresente y determinante.
Subir el Cho Oyu por su ruta normal en el post-monzón no es en estos días un logro del montañismo ni mucho menos. Fue sólo tener una oportunidad. De hecho muchos montañistas argentinos no lo han subido simplemente porque no la han tenido. Cuando me preguntan si vale la pena ir hasta allá, contesto que en Argentina tenemos 4,000 kilómetros de Andes, de los cuales el 90% está esperando ser descubierto. No hay basura ni amontonamientos ni polución.
Sin embargo ahora yo iría al Everest. Eso sí, me gustaría hacer algo diferente.