El final... por el momento

Puerto Altamira, Tamaulipas

Noviembre 26 de 2004

—Está anunciado que para esta noche entra otro norte. Yo, como capitán de puerto, no los dejaré salir en estas condiciones, como comprenderán. El norte puede durar varios días pero en seguida vendrá otro y mientras esté el tiempo así, no los dejaré salir.

Estábamos en la capitanía de puerto de Altamira, a veinte kilómetros al sur de Cavaría. En cuanto entramos por la escollera había sonado una alarma en el faro y comenzamos a ser monitoreados por circuito cerrado y cámaras. Yo me había quedado en la playa lodosa donde habíamos llegado y un guardia de vigilancia se acercó y comenzó a tomar fotografías mientras Alex y Andrés tenían el privilegio de estar dentro del faro, una especie de torre de control de aeropuerto desde el cual se vigilaba el tráfico hacia la dársena donde se descargaba mercancía de muchas partes del mundo: miles de automóviles, camiones, autobuses y contenedores con carga menuda estaban ahí.

Ciertamente no teníamos intención de meternos a un norte más. Tampico estaba a sólo once kilómetros y con la advertencia de pasar varios días sin permiso para salir, decidimos terminar ahí.

Ciertamente no habíamos llegado a Veracruz, pero habíamos aprendido algo importante: durante el mal tiempo no deberíamos navegar. Mares de México no es una carrera, sino una serie de expediciones para navegar las costas y reconocerlas, explorarlas, conocer y aprender. No importaba el kilometraje ni el tiempo. Importaba lo que veíamos, lo que aprendíamos. Yo me había quedado a gusto con la gente que conocí, pero aún me sentía vacío, pese a los delfines, a las bandadas de pelícanos migrando al sur.

Nos faltaba aun para llegar al puerto de Veracruz, pero eso lo haríamos en otra ocasión.