Faro Chavarría

Y así, con luna llena, nos acercamos al faro. Llegamos anoche, arrimándonos a la playa. Nadie lo decíamos pero teníamos la esperanza de hallar a Abraham ahí. Pero sólo nos salieron al paso los perros y un par de hombres que nos invitaron un café. Habíamos comido sólo una barra de granola y teníamos hambre. Comimos poco y se nos fue más en preguntar por nuestro compañero.

Por la mañana se fueron Andrés y Alex a bordo de una lancha de pescadores rumbo al norte mientras me dejaban a mí solo con los demonios de las especulaciones solitarias. El hombre del faro, un jarocho, me dijo que el norte de ayer había alcanzado ráfagas de 75 km/h. No había sido un norte muy suave. Hacia el mediodía regresaron con el Tempest y Abraham a bordo y éste cuando puso el pie en tierra dijo: "No sabes el gusto que me da encontrarlos".

Curiosa apreciación.

Lo habíamos encontrado nosotros.

La tarde se fue en platicar ampliamente. Abraham estaba por seguir, pese al mal tiempo. Yo, por terminar la expedición.

—Hemos remado por días contra el viento y no avanzamos y ahora que hay norte es tan fuerte que nos separamos. Thor no puede navegar sin pedales. Quizá eso pueda arreglarse, pero el mar no. Es demasiado peligroso ahora. ¿Para qué seguir? El mar está ahí y ahí estará. Pero seguir ahora es como meterme a una montaña con peligro evidente de aludes. No lo voy a hacer.

Al final, mi punto de vista ganó. No me importaba ganar una discusión, sino saber que nadie estaría en peligro. Los pescadores nos decían que nos fuéramos. El norte había amainado y casi no se sentía el viento pero la marejada seguía yendo al sur. Ahora era cuando. Pero no teníamos ya prisa. Tampico quedaba cerca y ahí terminaríamos esta vez.