Cuando recibí el correo de Israel Corral y que publicamos anteriormente, me emocionó la fuerza con que lo había escrito. Lo que no podía esperar era que hubiera más personas como él, que se sintieran (o fueran de hecho) reprimidas en hacer algo que les gusta. Yocelin Moreno escribe desde Puebla una carta muy parecida a la de Israel. El hecho de ser mujer trae aparejada una enorme desventaja en el mismo problema, eso hay que reconocerlo. (Por cierto: el comentario de Yocelin se puede visitar en �Ver comentarios� del artículo �¿Cómo aprender a ser explorador?�).
Aunque ahora me sé la respuesta, sigo preguntándome si habrá más Israeles y Yocelines y cómo es que la vida cotidiana nos lleva a reprimir, de una manera o de otra, lo que realmente queremos. Erich Fromm escribió un libro interesante que tiene por título �Tener o ser� y en el que, simplificando en demasía lo que explica, comenta que el ser humano tiene dos opciones para sentirse bien: tener cosas (auto, casa, posesiones en general, etc.) o ser alguien.
Si uno hojea los libros de los grandes montañistas, se descubre que casi nadie tuvo dinero para hacer el deporte como lo quería hacer. Pero lo que sí tuvieron fueron obstáculos que tuvieron que sortear para seguir adelante como ellos querían. El tiempo de los montañistas clásicos (y románticos) ya se esfumó y dejó paso a los montañistas profesionales que se ganan la vida exhibiéndose con ropa o equipo de sus patrocinadores. Pero antes de llegar ahí, también pasaron por ese ancho callejón de ir a la montaña sin saber por qué lo hacían.
Al parecer el rumbo de nuestro deporte es el de llevar de la mano a esa búsqueda incesante de uno mismo y, lo mejor, al encuentro con algo más definitivo que sólo los bienes materiales. Ignoro �no soy psicólogo� si la teoría de Fromm se aplica al montañismo, pero tengo la vaga certeza de que así es.
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