Recorrido por la Sierra Tarahumara
15 febrero 2004
…una vez que llegamos al mirador. La vista fue de película, de hecho yo no recordaba una vista así desde mi visita al Gran Cañón del Colorado. Pero lo que más me impresionó fue una montaña que estaba a la mitad de lo que podíamos ver de la barranca de Urique.
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LOS MINEROS DEL BARRANCO Una hacienda de mineros, abandonada en la época porfirista fue la mayor atracción que descubrimos en el poblado. Luego de visitarla nos abandonamos en las playas que formaba el Río Batopilas, hasta entrada la noche, cuando vestidos como mejor pudimos, nos dispusimos a gozar de la fiesta de año nuevo, en la Plaza Principal de Batopilas.
En medio de las celebraciones populares, soportamos más de ocho horas seguidas de música norteña con “Los Mineros del Barranco” entre canciones que se repetían una y otra vez a la voz de “¡Suénele Compae!”. Eso nos hizo revaluar nuestro repentino gusto por este ritmo. Pero en medio de todo, quedaba la alegría de haber gozado de una fiesta tradicional del Norte y recibir el año donde seguramente quisiéramos estar en alguna otra ocasión, inmersos en las barrancas de la Sierra Madre Occidental de México.
Estábamos sentados en la banqueta cuando a Karel se le ocurrió preguntarme a hora. Yo contesté: “las cinco y cinco, hora de nuestro señor”. Así había contestado siempre durante el viaje, medio broma, pues nunca cambié el la hora en mi reloj y tenia la hora “verdadera de Nuestro Señor”. Nomás terminé de decir esto, Karel, con una cara de pocos amigos, me dijo: “Maldita sea. Estoy hasta la chingada de que digas eso. ¿Quién es mi señor?”
Me quedé sorprendido mientras Karel seguía mentándome la madre. Pero mi sorpresa aumentó cuando Jorge empezó a decir: “Estoy harto de «la hora del señor» y además deja de hablar de la Piedad estoy harto de eso”. Yo no podía salir de mi asombro y me quedé mudo, hasta que encontré la causa. Por supuesto que no les gustaba que lo dijera, pero se tardaron mucho en decirlo. ¿Por qué ahora? La respuesta era muy clara: estaban hartos de música, casi al borde de la desesperación y de alguna manera sacaron todo eso. FIN DEL VIAJE El 1 de enero llegamos a Creel, centro turístico y comercial de la región tarahumara, que toma su nombre de Enrique Creel quien, siendo gobernador del Estado de Chihuahua inició la construcción del Chepe. Luego de dar un pequeño recorrido por este poblado muy ordenado al estilo estadounidense, viajamos a la ciudad de Chihuahua donde dábamos por terminada esta gran excursión. Ya a los tres se nos notaba un sentimiento un poco de nostalgia luego de haber vivido y convivido por 18 días. Sin embargo, la alegría y satisfacción de lo que habíamos logrado superaba esa nostalgia y nos animaba para pensar en las exploraciones que debíamos emprender en el año nuevo.
Este recorrido por las Barrancas de la Sierra Tarahumara había sido definitivamente algo muy especial, nos dio a conocer la majestuosidad de los cañones por donde atraviesan poderosos ríos que surten de agua a gran parte de la población de los estados norteños, y habíamos descubierto, como bien lo decía Karel, un nuevo país, una zona donde las tradiciones y formas de ser difieren mucho de aquellas a las cuales estamos acostumbrados.
Como colombiano, me sentía muy orgulloso de haber tenido la oportunidad de conocer un lugar tan espectacular en el Norte de México, digno de conocer por cualquier nacional, pero que por desgracia no es el destino predilecto de muchos mexicanos, como lo pudimos constatar con el gran número de extranjeros que nos topamos y ningún otro mexicano, a no ser claro está, de mis compañeros de travesía y los habitantes propios de la Sierra.
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