EL “CHEPE” El 27 de diciembre abordamos el Chepe rumbo a Bahuichivo, una de las estaciones del tren ubicada a algo más de nueve horas de Los Mochis. Dejábamos atrás el agradable clima y los cañadulzales de Sinaloa para internarnos en los cañones de la Sierra Madre en Chihuahua. El recorrido fue todo un espectáculo. Por momentos el tren aceleraba, pero en general su lenta marcha permitía contemplar muy bien el paisaje y lograr unas buenas fotografías.
Una vez instalados en el tren no podíamos esperar a que se moviera de una vez por todas. Pero cuando se movió, lo hizo tan lentamente que parecía que caminando seríamos más rápidos. Esa mañana pasamos por los campos verdes de los valles de Sinaloa. Estábamos llenos de emoción y nerviosismo, pero felices de ver lo que nos esperaba, esos paisajes y nuestra travesía.
La mayor parte del tiempo la pasamos en la parte abierta que une los vagones, sintiendo el viento, platicando entre nosotros y viendo el paisaje. El tren aumentó la marcha y con eso el paisaje cambió y empezamos a ver las montañas. El paisaje seguía siendo muy seco, pero los puentes y los túneles eran increíbles. Una y otra vez nos preguntamos cómo era posible que el tren pasara por ahí. El Chepe se detenía en estaciones en donde sólo parecía haber tres casas en medio de las montañas.
Pareciera que vivieran aislados del mundo y que lo único que los conectaba era el tren en el que íbamos. Y por fin lo que estábamos esperando: la vegetación cambió y ahora sí estábamos viendo los verdes bosques. Pero el gusto duró poco pues al poco rato el tren llegó a Bahuichivo. Ahí nos teníamos que bajar, así que nos despedimos de Roberto, quien seguiría en el tren hasta Creel. Un fuerte abrazo y le deseamos lo mejor.COMIENZO DE LA TRAVESÍA Ese día llegamos hasta el poblado de Cerocahui donde nos alojamos en un modesto pero confortable hotel. Conseguir de cenar ese día fue imposible, parecía un pueblo fantasma pues la población se había trasladado a la boda que se celebraba en Bahuichivo de la que, desafortunadamente, no supimos antes.
Cerocahui es un pueblito muy chiquito en medio de la sierra muy bonito con un pequeño quiosco y una iglesia de solo una torre, que parecía una vieja abadía Europea. Como es tradicional en la provincia, el tiempo y el espacio nunca tienen la misma dimensión entre los que allí habitan y los que sólo la visitan. Era 28 de diciembre, y tal vez nos sonó a broma cuando nos dijeron que el recorrido entre Urique y Batopilas se podía cubrir en siete horas a caballo. Una camioneta nos acercó a un sitio conocido como La Mesa de Arturo, para lo cual se había tomado 20 minutos, que bien hubieran podido ser dos horas a nuestro paso.
Luego seguimos a pie en nuestro propósito de cubrir en dos horas lo que nos restaba de camino. Llegamos a uno de los puntos más altos de la carretera a 2,400 msnm, donde se divisaban los majestuosos cañones por donde atraviesa el Río Urique.
...una vez que llegamos al mirador. La vista fue de película, de hecho yo no recordaba una vista así desde mi visita al Gran Cañón del Colorado. Pero lo que más me impresionó fue una montaña que estaba a la mitad de lo que podíamos ver de la barranca de Urique. Esta montaña parecía una gran pirámide en medio del cañón. Todos disfrutamos muchísimo esa vista durante la bajada. Y empezamos a comprender en qué expedición nos habíamos metido.
Allí afortunadamente otra camioneta, nos bajó por toda la Barranca hasta el pueblo de Urique, a 700 msnm y se había gastado más de dos horas, dada la cantidad de curvas y precipicios de la vía. No quisimos imaginar cuánto tiempo hubiéramos tardado en descender a pie, pero seguramente nos hubiera tomado un día más de excursión.
De Guapalainas, un pequeño caserío posterior a Urique, llegamos a Las Lajas donde se termina la carretera y empieza la vereda que habríamos de seguir los siguientes días. Una plática, a manera de interrogatorio con la gente que iba en la camioneta, nos detuvo por un momento. Luego de algunas recomendaciones, proseguimos nuestro camino.
En nuestro camino nos encontramos con un borrachín, quien le pido algo de dinero a Karel. Este hombre confundido a Karel con un gringo, pues se lo pido en ingles. Al ver que Karel no le hacia caso este hombre supongo dijo algo en rarámuri, pero Karel finalmente le hablo en español y le dijo que era mexicano. El pobre borracho enojado por el desprecio se fue maldiciendo y dejo a Karel enojadísimo por haberlo confundido con un gringo. Atravesamos un puente colgante, nos internamos por montañas secas y áridas y empezamos un suave pero constante ascenso. Nuestra meta era llegar a Los Alisos a mil msnm, un sitio donde se podía acampar y pasar la noche, según figuraba en las guías. Allí llegamos, luego de extraviarnos en el camino por espacio de una hora y retormarlo.
Seguimos con las dudas hasta que nos encontramos con un jinete. Es extraño pero aquí aprenderíamos que la gente del lugar acostumbrada a los turistas extranjeros siempre pide algo a cambio por lo que nosotros consideramos un simple favor. Así que este jinete nos pidió dinero para conducirnos a la vereda. Nosotros nos negamos y nos conformamos con sus gratuitas indicaciones. Pero cuando comenzamos a movernos dijo que lo siguiéramos que él nos llevaría.